Diario Córdoba

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Francisco García-Calabrés

Vivir la feria

«Vayámonos a disfrutarla sin complejos, a segregar todas las endorfinas que nos faltan»

Hoy la noticia, tras dos años de ausencias, es la vuelta de la Feria de Nuestra Señora de la Salud al recinto de El Arenal, que esta noche lucirá su inauguración y vestirá sus mejores galas para el disfrute de todos. Se palpan las ganas de feria, que este año parecen desbordar todas las previsiones. Así lo anuncia al menos la Asociación de Feriantes de Córdoba, así lo han vivido las ciudades de Sevilla o Jerez hace unas semanas en una sobresaturación de aforos e instalaciones, o, por ejemplo, así lo denota la venta de los típicos mantoncillos de flamenca, agotados este año en muchos de sus modelos.

Hay ganas de feria y de normalidad por encima de todos los problemas y de las incertidumbres de un recinto vivo y de un evento que va evolucionando. Planes de tráfico, accesos, aparcamientos y vías de evacuación. Programas de emergencias y protección civil. Remodelaciones y mejoras de viales. Programas lúdicos de actuaciones y conciertos. Un botellón que se consolida como espacio alternativo y multitudinario aunque marginal, que permanece como reto a una mayor integración de los jóvenes en la oferta propia y amplia de un recinto ferial que, por el contrario, cada daño va mermando la presencia de casetas.

Asediados y atacados por mil frentes sociales, económicos, sanitarios o políticos, nacionales e internacionales, los ciudadanos sentimos la necesidad de esta ciudad de la alegría, de este espacio en el que convergen las tradiciones que nos identifican desde antaño. Vayámonos a disfrutarla sin complejos, a segregar todas las endorfinas que nos faltan. Necesitamos de la alegría, como terapia colectiva e individual que mejore, tanto nuestras relaciones compartidas como nuestra salud física y emocional. Y la feria es un buen pretexto para ello con sus propuestas que rompen nuestras monotonías y rutinas.

Necesitamos de este oasis en el Arenal que nos ofrece los buenos caldos de la tierra, al ritmo de canciones y melodías animadas, junto con el traje corto o largo y el transitar de vistosos enganches equinos. Mucho ha cambiado en la historia la celebración de esta feria con sus orígenes en el medievo. Lo que permanece e identifica a la nuestra, sobre todo, es su carácter abierto. Después de abrir los patios de sus casas a los visitantes, los cordobeses desde El Arenal ofrecen lo mejor que tienen y su capacidad de acogida, para que sea una feria de todos, abierta de par en par, donde nadie acude «de visita», sino a tomar posesión para hacerla de cada uno a su medida, pero siempre acompañada. Porque si para la soledad se basta uno solo, para la alegría se necesita de los demás. Un chute de adrenalina a la ciudad que rompa con estos tiempos de enojos e incertidumbres. Una ciudad de la alegría donde no caben enfrentamientos, resentimientos ni malos rollos por mucho que sea etapa preelectoral, donde no hay espacio para el desánimo ni la verborrea de los agoreros. Donde las luces de los farolillos y la música nos invitan en esta isla de felicidad a terminar este desmayo primaveral por todo lo alto. La vamos a necesitar para el tórrido verano que nos espera. ¡Viva la feria!

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