Diario Córdoba

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María Olmo

La rueda

María Olmo

Mi primer canutazo

Tuvo lugar cuando Rodrigo Rato, que era vicepresidente económico del Gobierno, vino a Córdoba a un acto académico en la Facultad de ETEA

Mi primer canutazo, o, al menos, el primero importante que recuerdo, tuvo lugar hace un millón de años, cuando Rodrigo Rato era vicepresidente económico del Gobierno y, rodeado entonces de prestigio, vino a Córdoba a un acto académico en la Facultad de ETEA (germen de la Universidad Loyola Andalucía). O sea, que tuvo que ser entre 1996 y 2004, más no me puedo aproximar. Entonces los canutazos de los dirigentes políticos a la prensa no eran como los de ahora, en los que los periodistas teclean luego corriendo para dar la noticia en sus respectivas webs. En España ya eran habituales en programas de radio y televisión, con el famoseo, o cuando los protagonistas de la actualidad eludían a la prensa y había que asaltarlos alcachofa en mano. Ya salió la alcachofa. La alcachofa es el micrófono con el que se recogen las declaraciones y el canutazo es el momento breve en el que se atiende a los medios. Lo sabe todo el mundo, ya ni siquiera lo ponemos en cursiva, pero por si acaso. 

Recuerdo haber escrito entonces sobre el tema. Haberme quejado de cómo los responsables políticos o económicos eludían con estas ligerezas a pie de calle su obligación de ofrecer a la prensa una información rigurosa, que permitiera profundizar, volver sobre las respuestas no aclaradas y completar los datos para construir buenas informaciones. Pero el canutazo llegó para quedarse. Me da angustia ver a los ‘canuteros’ del corazón matándose detrás de los pretendidos famosos --aunque me levante el estómago presenciar ese acoso y algunas preguntas que les hacen. Esto da para una tesis-- mientras los de las tertulias, maquillados y con sus tacones, comentan la jugada desde el tan mentado plató. Y, en política, ya se sabe: ahora hay mil ruedas de prensa donde antes había cien, y cada pollito pía sus tres frases a ver si alcanza la gloria de la difusión. 

Esto es lo que hay. Pero, como ‘alcachofera’ que muchas veces he sido, y como periodista que soy, me ha dolido ver estos días en las redes sociales el desprecio de profesionales a los que admiro juzgando y condenando a los compañeros básicamente porque esos periodistas de a pie, con sueldos que seguramente son bajos y jornadas seguramente extenuantes, rodeaban con sus alcachofas a una figura política que no era de su cuerda. Desprecio y descalificación que no se hubiera producido si el canutazo lo hubiera dado alguien de otra filiación política. Me cansan los predicadores, desde aquí lo digo, me agota la radicalización de la vida política y social. Me hartan esos ‘jueces’ que imponen sus penas desde sus cómodos sofás y no distinguen entre el mensajero y su empresa. 

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