Diario Córdoba

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Antonio Gil

PARA TI, PARA MÍ

Antonio Gil

Hoy, canonización del ‘Hermano universal’

Muy cerca de su muerte, Carlos reconoce que su oficio no consiste ni en predicar ni en catequizar, sino en ser bueno

Hoy, domingo, 15 de mayo, tendrá lugar la canonización de Carlos de Foucauld, el ‘Hermano universal’, el «explorador místico», el hombre que vivíó pobre en Palestina, y luego como trapense siete años, hasta instalarse en Tamanrasset, encrucijada de caravanas, viviendo en oración, al servicio de todos, cristianos, musulmanes, ateos... Ya muy cerca de su muerte, Carlos reconoce que su oficio no consiste ni en predicar ni en catequizar, sino en ser bueno, en hacer el bien a través de los consejos y el ejemplo, en intentar aliviar las miserias que encuentra a su alrededor. Carlos pasa el día yendo y viniendo, de la capilla o de la mesa de trabajo, a la puerta. Ya no necesita una campana que le marque las horas: ha aprendido que, solo estando disponible a todas las horas del día y de la noche, puede llegar a hacer un poco de bien. Sigue compartiendo la vida de sus vecinos tuaregs, siente que son con él tan buenos como siempre. El balance de su actividad evangelizadora en el desierto no deja un saldo muy positivo. Y él mismo lo confiesa: «Desde hace siete años que estoy aquí no he hecho ni una sola conversión seria. Dos bautismos, pero Dios sabe lo que son y serán las almas bautizadas: un niño pequeño que educan los Padres Blancos, y que Dios sabe cómo evolucionará, y una pobre anciana ciega. Como conversión seria, cero». La jornada del 1 de diciembre de 1916 amanece de manera completamente ordinaria. Carlos de Foucauld trabaja como siempre y escribe varias cartas para enviar al día siguiente. A las seis de la tarde reza vísperas y el rosario, luego cena y va a la capilla para continuar la oración. En ese momento, un grupo senusista se acerca con sigilo al pequeño fortin de su vivienda. Uno de sus miembros llama a la puerta, anunciando falsamente la llegada del correo, aunque no es la hora habitual. Carlos va a abrir con precaución. Y al instante, alguien tira de él y le arrastra violentamente hacia el exterior, él grita pidiendo socorro, pero nadie acude en su ayuda. Los bandidos hacen irrupción en el fortín con intención de robar todas sus pertenencias. Durante el saqueo, confían a un adolescente la vigilancia del prisionero, atado de pies y manos. Ajenos a lo que está ocurriendo, dos militares meharistas se acercan a visitar a Carlos; su llegada inesperada infunde el pánico y los atacantes disparan a matar. Asustado, el guardián de Carlos también le dispara y muere en el acto. Hoy, en su canonización, la Iglesia le contempla como un «buscador de Dios», que, en forma de oración, llega a formularse esta pregunta: «¿Existe Dios? Dios mío, si existes, permíteme conocerte». Luego, ya en el desierto, meditando continuamente la Sagrada Escritura, manifestó su deseo incesante de ser el «hermano universal» para cada persona. Su espiritualidad, tan sencilla como cercana, nos ha dejado dos hermosas perlas. La primera, la proclamación de la bondad como tarea primordial en la vida. «Estoy seguro, escribió, que Dios acogerá en el cielo a todos los que fueron buenos y honestos, aunque no hayan sido católicos. Usted es protestante, otros son incrédulos y los tuaregs son musulmanes. Estoy convencido que Dios nos recibirá a todos si lo merecemos». Y la segunda perla, que ha dado la vuelta al mundo, por su sensibilidad es la ‘Oración del abandono’, transida de profunda humildad: «Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma...». En esta hora de un «vacío moral» sin precedente, en la que la sociedad actual está haciendo nacer un tipo de «hombre amoral», la silueta de Charles de Foucauld resplandece con fuerza en los altares, con el inmenso atractivo de su radical entrega a todo el mundo, con el sello infalible de una «fraternidad» hasta la muerte.

*Sacerdote y periodista

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