Diario Córdoba

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Juan Enrique Redondo Cantueso

Pacto educativo global

En los últimos tiempos estamos escuchando machaconamente la palabra «global» u otras derivadas como «globalización» o «globalismo». El concepto de globalización ya nos es muy familiar como un proceso por el que todos los ciudadanos de la Tierra nos interconectamos gracias a las mejoras en los transportes, las comunicaciones o la llegada de Internet, dando lugar a un espacio común en el que intercambiar productos e información de todo tipo. La palabra globalismo puede sugerir unas connotaciones negativas: una globalización dirigida por no sabemos quién que pretende crear un estado global totalitario que acabe con la soberanía de los países a su antojo.

El papa Francisco no ha querido usar ninguno de estos dos últimos términos para referirse a una de sus múltiples iniciativas por la paz y la concordia mundial. Se trata del Pacto Educativo Global (Global Compact on Education) promovido por Francisco en septiembre de 2019 y que ahora recibe el espaldarazo de toda la escuela católica de España. Con este llamamiento el Papa nos convoca a un pacto de alianza entre todos los habitantes del planeta partiendo de la escuela como generadora de conocimiento, paz y armonía entre los pueblos. Una escuela «samaritana» que, desde la ayuda a los más desfavorecidos, ilumine la sociedad formando ciudadanos libres, comprometidos con lo social y con la «casa común» que todos habitamos y debemos respetar. El Papa llama a crear «una alianza que suscite paz, justicia y acogida entre todos los pueblos de la familia humana, como también de diálogo entre las religiones»; de ahí su comunicación ya asidua con el líder del islam suní, Gran Imán Ahmad al-Tayyeb.

Ahora le toca a la escuela poner en marcha las acciones concretas para implementar este pacto educativo y que no sea una simple declaración de intenciones, otro documento entrañable con muchas palabras, pero que no llega a concretarse. El Papa llama a una serie de compromisos educativos como la búsqueda de otras formas de entender la economía o la política, la educación en la acogida o la escucha activa de la voz de los niños, adolescentes y jóvenes. En las aulas tenemos la gran suerte de poder darnos de cara con la diversidad en estado puro, aquella por la que apuesta esta iniciativa. La escuela es el primer espacio en el que el alumno se encuentra con el otro distinto a él, aquel que no tiene las mismas capacidades que él, que aprende por otras vías o que lleva un ritmo diferente en su aprendizaje. Desde la escuela podemos educar para esa realidad que les espera fuera de las aulas, podemos educar en una diversidad real, no de despacho y emponzoñada por la política.

Esto no trata de religión ni de obediencias a una iglesia dirigida por alguien a muchos kilómetros de aquí: se trata de responder a la necesidad de hacer un mundo más humano, de crear una escuela que capacite a los alumnos a tomar las riendas de sus vidas desde el espíritu crítico y la implicación en el progreso mundial; un reto al alcance de todos que requiere grandes dosis de compromiso, testimonio y unas ganas profundas de cambiar el mundo. Mientras los tambores de guerra siguen sonando en Europa y nos vemos envueltos en un ambiente cada vez más violento, ahora más que nunca necesitamos formar ciudadanos capaces de llevar un lenguaje de la paz a todos los ámbitos de la sociedad.

*Profesor del Colegio Trinitarios

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