Diario Córdoba

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Carmen Albert

TRIBUNA ABIERTA

Carmen Albert

Lactancia a demanda, ¿una vuelta atrás?

Para poder amamantar de forma adecuada no solo es necesario elegir esa opción con libertad, también tener el soporte social

Tendemos a pensar que los logros sociales -la sanidad universal, el acceso de toda la población al sistema educativo o la incorporación de la mujer a territorios de los que tradicionalmente era excluida- son permanentes, que una vez alcanzados enraizan en la sociedad. Es un espejismo.

Pertenezco a una generación de mujeres que tuvo que adjuntar la autorización del padre o marido para abrir una cuenta corriente. Hace menos de cincuenta años. Sin embargo, no desistimos y, con gran esfuerzo en unos casos y sin ser del todo conscientes en otros, rompimos barreras y nos acercamos a situaciones de igualdad con los hombres que parecían inalcanzables. Para ello tuvimos que alejarnos del modelo de maternidad imperante, centrado en el trabajo del hogar, en los cuidados y en el bienestar del marido e hijos. Una vida en la que los deseos propios quedaban subordinados a las necesidades de los otros.

Muchas mujeres de mi generación éramos feministas sin saberlo, sin militar en ninguna organización. Lo fuimos al saltar silenciosamente las barreras que la sociedad nos ponía. Simplemente queríamos estar ahí. Para ello tuvimos que encarar las críticas del entorno por nuestra falta de espíritu de sacrificio, sortear las dificultades en el ámbito laboral -«No me venga usted con que el niño está malo...- y lidiar en algunos casos con sentimientos de culpa.

Fui madre por primera vez en una época en la que, cuando tenías un hijo, recibías en el hospital una caja con leche de fórmula, un chupete y un babero. Se daba por supuesto que lo ibas a alimentar así y decir que querías amamantarlo se veía algo extraño, ya que, desde el punto de vista nutricional, no había ninguna ventaja.

En los años ochenta cambiaron las cosas. Se difundieron los beneficios que, sobre todo para el bebé, tenía la lactancia materna frente a las leches preparadas. Estos beneficios fueron corroborados con estudios médicos, centrados en la salud del niño y, en menor medida, sobre los efectos en las madres.

La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y con alimentación complementaria hasta los dos años. Sin embargo, el modelo que se está extendiendo, por parte de profesionales sanitarios y grupos ciudadanos de apoyo a la lactancia materna, asume y amplía estas recomendaciones, aconsejando que esta se realice a demanda del niño y de forma aún más prolongada, sin especiar cuánto tiempo y aconseja, además, incluir el colecho como práctica habitual. Estos grupos, tanto en centros de salud con en redes sociales, no solo tienen un papel informativo, también dotan a las madres de un soporte que ayuda a combatir la soledad, proporciona sentimientos de pertenencia a un grupo, identidad y visibilidad. Es de suponer que los vínculos que se establecen van más del apoyo logístico. Parece que todo son ventajas para las mujeres que se deciden por la lactancia.

No obstante, otros profesionales sanitarios asistimos a madres que, en privado, esgrimen un discurso diferente del que se observa en redes sociales y otros espacios públicos. Son mujeres sobrepasadas por los aspectos penosos del amamantamiento, por la pérdida de intimidad que supone el colecho, por la subordinación a los deseos del hijo o la hija a mamar (o a refugiarse en la mama), por los sentimientos de culpa si les ponen límites a ello y porque consideran que no ajustarse al modelo del grupo de otras madres y padres es sinónimo de... no ser buenas madres.

Como médica me pregunto qué concepto de maternidad, de paternidad, estamos difundiendo los profesionales sanitarios y qué ideología (porque siempre hay una ideología) subyace detrás. Y además, ¿acaso hay un modelo único?

Como mujer también me pregunto si aquella maternidad normativa y uniforme podría volver, si este modelo nos llevará hacia atrás en el tiempo. Para poder amamantar de forma adecuada no solo es necesario elegir esa opción con libertad, también tener el soporte social (pareja, trabajo) que lo permita. De lo contrario, solo se podrá realizar en el caso de que la madre renuncia a sus deseos. Como antes.

Cuando me decían que carecía de espíritu de sacrificio sabía que tenían razón: quería ser feliz, disfrutar con mis hijos y desempeñar mi trabajo. Todo a la vez. Unas veces lo conseguí y otras no; pero, aunque asomara la culpa, estaba segura de que luchar por mis deseos no me convertía en un ser egoísta. Una buena madre -incluso una madre regular, que es mi caso- también tiene que estar contenta.

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