Diario Córdoba

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Lola Alonso del Pozo

TRIBUNA ABIERTA

Lola Alonso del Pozo

Este contradiós

No sé sobre qué escribir. Estoy en el dique seco aunque, pensándolo bien, lo que me siento es abrumada por tanta desazón, por tanto miedo real o imaginado que percibo en mí y en los que me rodean.

Llevamos como una doble vida que no se rige ni por capricho ni por inmadurez emocional sino por estas circunstancias tan raras y poco inspiradoras en las que estamos siendo tumbados. ¿O alguno de ustedes esperaba este contradiós de vida con el que llevamos tantos meses chocando? Es que no salimos de una y ya estamos en otra. Difícil encontrar una mañana con unos buenos días halagüeños.

Nos cansa tanta intranquilidad que hasta los amores se resienten.

Y creo que no es buena cosa estar así, no. Me viene la imagen de comer helado con guantes, es decir, una ruina, un desastre.

Por ejemplo. ¿Qué película vieron la última vez y les emocionó? Con las nuevas plataformas y la cantidad de ellas a las que acceder es fácil acercarnos a un buen largometraje o alguna serie que merezca la pena.

La última que a mí me ha impactado ha sido ‘Drive My Car, Doraibu mai ka’, cinta japonesa basada en un cuento de Haruki Murakami. Se estrenó en el último Festival de Cine de Cannes donde recibió tres premios: Mejor Guión, Premio Fripesci (Federación Internacional de Prensa Cinematográfica) y Premio del Jurado Ecuménico.

Sin hacer ‘spoiler’, les cuento que va de secretos inconfesables de los protagonistas. Secretos que les muerden por dentro, maldades realizadas que jamás se han atrevido a contar pero que a la larga les han hecho infelices. Si hubiesen actuado de otra manera, podrían haber salvado la vida de otras personas. De ahí la inquietud y la zozobra. Pero no es un drama. Es una llamada de atención hacia esas veces que dejamos de hacer cosas por no arriesgar o... ¿por maldad?

Y, claro, he estado unos días dándole vueltas al asunto serio de esta suerte de parálisis.

Resultado: me he echado a la calle. He comprado un billete a ninguna parte que me ha llevado de librería en librería, de exposición en exposición. No me quiero perder ningún evento ahora que nuestra ciudad nos desplaza por sus hermosas calles de patio a patio, de fiesta a fiesta, de convivencia a convivencia, de risas y charlas de manera que nuestro cuerpo y nuestra alma dejen de estar heridos. Todo sin quitarnos el rímel ni el carmín. Puede que sea suficiente.

Rebuscando he encontrado una iniciativa británica que me ha merecido la pena en la que, a base de teatro y música, muestra la vida y el trabajo de científicas inglesas de todos los tiempos. Analizan los vínculos entre las científicas pioneras y las actuales. El proyecto se llama Minerva Scientifica. Y lo comento como prueba de lo que nos podemos permitir como humanidad a pesar de los pesares. Indaguen porque les puede gustar.

Estas y otras propuestas que nos son totalmente desconocidas, perviven y medran en el sustrato de nuestra existencia y me reafirman la necesidad que tenemos de trascender, de manifestarnos, de que se nos reconozca. De apoyarnos en los balcones llenos de azaleas y gitanillas y sentirnos confiados en nuestra capacidad para volver a empezar. Quizás sea la mejor y más urgente solución a este tiempo ambiguo y descorazonador. Porque, señoras y señores, no hacer nada o hacerlo con maldad nos condiciona además el futuro.

Ay si supiéramos volver al pasado para no quedarnos con las ganas de hacer lo que queremos hacer...!

Si no echamos de menos el océano, llegaremos al este.

** Docente jubilada

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