Diario Córdoba

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Joaquín Pérez Azaustre (Julio 2023)

Diplomacia de precisión

Cuando algo se derrumba hay que poner unos ojos al horror, y eso ha hecho Sánchez

Hay un gesto invisible en este viaje relámpago a Kiev de Pedro Sánchez: aportar sus ojos al horror, al desastre que viene siendo aquello, al derrumbe del mundo que hemos conocido, en el que hemos creído, el que hemos amado. Los restos que quedaban de ese mundo de ayer que escribió una vez Stefan Zweig. Puede sorprender ver a Pedro Sánchez y Stefan Zweig en la misma frase, pero las demoliciones asemejan las posibilidades de la comparación: a fin de cuentas, se trata de aportar la credibilidad de tu propia mirada a lo que ves, para acercarlo luego a los demás. Un testimonio, aunque dure un día. Ves a Pedro Sánchez caminando entre las ruinas de Borodyanka y piensas: esto es verdad, porque este hombre no forma parte del decorado. Esta manera amplia que tenemos de consumir el crimen consiste en adaptarnos a cualquier escenario: la información, como una plataforma de entretenimiento. Ves a la gente sufriendo y en algún momento se te retuerce el alma, se te dobla el estómago, te tiembla la retina, deseas golpear la mesa con los puños. Tienes una violencia en la mirada que se gesta a lo lejos, porque no estás allí. Luego reconoces a los corresponsales, escuchas tantos testimonios de la gente que ha salido de allí, el llanto de los niños, esas colas de gente en las fronteras con una mochilita, lo que se cuenta y lo que no se cuenta, y al final siempre puedes tener la sensación de que estás asistiendo, en diferido, a una recreación nueva y salvaje de la guerra de Bosnia. Ucrania y los Balcanes han sido los dos grandes fracasos europeos: justifican, por sí solos, cualquier escepticismo y hasta el más rotundo descreimiento en una unión que jamás ha pasado de asentarse en los aranceles comerciales y en la moneda única. Claro que el otro lado de esa moneda -del escepticismo, de ese descreimiento- es el auge de los movimientos totalitarios alejados del marco de la Unión Europea. Pero ninguna institución, desde las supranacionales hasta los matrimonios, funciona solamente por el nombre o por la esperanza espiritual o mística que se deposite en ella. Nada se salva solo por el mero hecho de existir: tienes que protegerlo, reforzar sus costuras más abiertas con una nueva solidez que las vertebre.

Por eso cuando algo se derrumba hay que poner unos ojos al horror, y eso ha hecho Sánchez al pasearse entre los escombros después de un viaje de diez horas en tren desde la frontera con Polonia con la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. Reunidos con Zelenski, ha anunciado que el buque de la Armada Ysabel ya está rumbo a Polonia con unas 200 toneladas de material, con munición y 40 vehículos. Además del armamento ligero, el Gobierno enviará un equipo multidisciplinar de ocho agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, con un equipo de 39 forenses, para reunir pruebas contra los criminales de guerra. El viernes, justo un día después, se ha encontrado en Mangush, cerca de Kiev, una fosa común en la que puede haber hasta 9.000 cuerpos. Esto es la realidad que se mira de frente, con el dolor de su verdad en la espalda: una vez que te violan, una vez que te torturan y te matan, encima que no vengan a explicarte que esto se arreglaría con una diplomacia de precisión que sobre todo huele a fumada ideológica.

Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Iglesias piden «diplomacia de precisión» en un manifiesto y en discursos. Y sin una sola palabra de condena a Putin, o no aplaudiendo a Zelenski en el Congreso. Todos estamos contra la guerra: pero si echan tu puerta abajo para arrasar tu casa y a tu familia, a veces no te queda otra salida que venderte caro. Les responde, desde Córdoba, la ministra de Defensa Margarita Robles: «Ojalá la señora Belarra pueda convencer a Putin de que pare esta masacre en Ucrania», pero «mientras la señora Belarra y otras personas no sean capaces de convencer a Putin, lo que tenemos que hacer es el dar apoyo y solidaridad al pueblo de Ucrania enviando material necesario». Es siempre curioso cómo puede ajustarse el doble rasero ideológico. Recuerdo cuando las caceroladas alrededor del chalé de Pablo Iglesias, aquel cordón policial, aquellos coches permanentes de la Guardia Civil. Y me parece bien: era el vicepresidente, y ella una ministra. Pero si tanto se justificaba entonces aquel dispositivo de seguridad por cuatro gamberros con sartenes junto a la casa de Irene Montero, no entiendo esta presunta superioridad moral que pide diplomacia para un ejército que devasta un país y va dejando fosas con 9.000 cadáveres.

* Escritor 

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