Diario Córdoba

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David Márquez

DAME FUEGO

David Márquez

Hojas de parra

Dicen las bases de más de un concurso literario que encontré por ahí: «El jurado se reserva el derecho de no aceptar a concurso las obras cuyo contenido considere inapropiado, insultante o grosero». Según esto habría que arrojar a la hoguera el noventa por ciento de la producción literaria de calidad de todos los tiempos, desde la Odisea, con parada en el aclamadísimo Quijote. Pero ¿cuál es el objetivo de tan generoso certamen? ¿Estimular la «creatividad», o la obediencia al Régimen? ¿Qué ha leído esta gente?

Seguro que recuerdan ustedes aquella mítica escena de la trilladísima ‘Espartaco’, de Kubrick, versión española, en la que, inopinadamente, justo antes de que Tony Curtis comience a masajear el trapecio de Laurence Olivier, la voces cambian de tono. Se trata de un corte del original, donde Olivier pregunta a Curtis si le gustan las «ostras» o los «caracoles», tras lo cual deja sentada su posición: a él le van unas y otros... ¿Quién decidió censurar esta bonita y sugerente metáfora? A día de hoy el hecho parece ridículo, pero nada ha cambiado. El espíritu, la intención, el complejo, el retorcimiento de un inconsciente podrido sigue aquí, entre nosotras, más vivo que nunca. Aquello se tapó en defensa de la moral pública, o algo así, supongo, y lo de ahora se anuncia como protección de derechos. Aquello estaba «feo», porque el interior podrido del «experto» era feo; lo prohibido ahora «atenta» contra la dignidad de las mujeres, los gordos, flacos, calvos, la sensibilidad de los niños y las niñas y las perras... En fin, siempre hay una excusa para silenciar o esconder aquello que unas malas ideas interpretan como insultante o peligroso. Quizir: el retorcimiento de las mentes obtusas, analfabetas de la literatura y la vida, nos priva, a la mayoría (porque la mayoría es más inteligente y abierta de lo que pretenden sus gobernantos y gobernantas) del humanismo, el pensamiento crítico y hasta el cachondeo naturalista que los creadores de cada época, acojonados, medicados y reprimidos, tienen que sujetar, si no desean formar parte de la lista negra de la «cultura». ¡Pues que bien, señoras! ¡Vamos todos de la manita a la lista negra, al paredón, al garrote crítico, con el dedo medio bien empalmado! ¡Qué honor!

«La moral burguesa», decía Buñuel, «representa para mí la inmoralidad, contra la cual debemos luchar. La moral basada en nuestras injustas instituciones sociales como la religión, la patria, la familia, la cultura; en fin, eso que llaman los ‘pilares’ de la sociedad». Ahí lo dejo, como regalo en síntesis de un libro prohibido, para todo joven creador amante de la libertad. La lucha continúa, en este involucionado siglo XXI de las Pocas Luces y el neopuritanismo guay protector de sensibilidades insensibles. Seguro que alguien ha malinterpretado o ni tan siquiera entendido lo que he querido decir. Pues que no me lea y siga chupando caracoles, ostras o cualquier otro «oscuro objeto del deseo», que ya me encargaré yo de narrar su podrida historia y mandarla a concurso.

*Escritor

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