Diario Córdoba

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Miguel Donate Salcedo

CALIGRAFÍA

Miguel Donate Salcedo

Punto de honor

Chris Rock bromeó sobre la posibilidad de que Jada Pinkett Smith hiciera ‘La Teniente O’Neil 2’, porque Pinkett, que sufre alopecia, se ha rapado la cabeza. El chiste cayó ‘comme ci comme ça’: hubo un repiqueteo de aplausos irregular, una llovizna. Will Smith se subió al escenario y le dio un bofetón. Volvió a su asiento, andares bamboleantes de matoncillo, la mano en el chaleco; e increpó a Rock para que se quitara el nombre de su mujer (Pinkett Smith) de su 0fucking mouth’. No traduzco porque igual perdemos matices.

Confieso que no veo la necesidad teatral de que una entrega de premios o una ceremonia sea chistosa. Debería ser solemne. La cuestión es que Rock hizo chistes en un escenario. Mi mayor estupefacción fue que Smith, un actor reputado, violara la santidad de ese escenario. Esa destrucción del es-pacio escénico como lugar seguro -lo explica finamente María González en ‘El Hambre’- es propia de terroristas y de analfabetos. Rock actuó como un artista y se permitió un comentario grandioso tras el guantazo y los insultos: «Esa ha sido la mejor noche de la historia de la televisión». Smith quedó roto, siguió roto y le queda camino.

Hay quien ve bien profanar el escenario, pero no para dar el guantazo, sino para quitarle el micrófono a Rock y hablar largamente sobre el respeto, el ‘bullying’ y demás. Que eso sería un uso adecuado del poder. Sería una cursilada importante e inoportuna. Para eso tenía su discurso de después.

Otros dicen que harían lo mismo. Esto es una fantasía húmeda, porque la gente se pasa el día tragando ignominias y no le da un guantazo a nadie. Reaccionarían ante la ofensa de alguien percibido como igual o inferior, o débil (Smith, ¿le habría dado un guantazo a Dwayne Johnson?). Lo que dicen es que, de tener el estatus titánico de Smith, lo harían (o sea, algo tan simple como que de tener poder abusarían).

En esta lógica de defender el honor a golpes, que es el duelo, hay un par de problemas. Primero: uno sólo puede retarse a duelo con alguien reconocido como igual. Smith dio como medida de su propio valor a Chris Rock. Segundo: como duelista, ignoró todas las normas propias de ese trance, impidiendo una reparación. Al no exponerse y dar el guantazo sorpresivamente, no hubo pundonor ni valentía, no hubo exposición. Hubo cobardía. Rock fue magnánimo, además, porque siendo conocidos los cuernos de Smith universalmente, la réplica para dejarlo hundido el resto de su vida con los elementos su mujer, boca y demás flotaba en el ambiente.

Mucha gente este disparate lo ha visto bien (es un tropo aplaudido en muchas películas). Hay mucha gente a favor del duelo, porque vivimos en una época de hartazgo de civilización. Tomando ejemplo, los comentaristas bendicen asaltar escenarios y resolver las afrentas a espada o pistola. O sea: dotarse ellos de sus propias leyes, que es pasar de la justicia a la venganza.

Mal cambio. Porque en esos casos, como le pasó a Smith precisamente, se pasa de pensar en la gloria a pensar en la vergüenza.

*Abogado

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