Diario Córdoba

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Carlos Cabrera

Bombardeos

Las bombas no dejan de caer. En Ucrania de manera espeluznante pese a los intentos de negociación. Vladímir Putin, un personaje que ya figura en la orla de los deleznables históricos, se ha propuesto subir la temperatura al mundo como para que su fiebre haga saltar el termómetro. Presa de un nostálgico delirio sobre el renacer de la URSS bombardea con rabieta inmisericorde a la población civil ucraniana mientras enseña dientes nucleares al resto de la Humanidad. Pero no solo está devastando ciudades y objetivos militares, también ha acabado por bombardear y hacer saltar por los aires esa quimera en la que habíamos creído con fe ciega y a la que llamábamos globalización. Por desgracia la realidad siempre es más palpable que la ilusión. De un plumazo acabamos de sumergirnos en el hecho cierto de que el mundo tiene fronteras, que no todos vamos en la misma dirección, que es necesario armarse si se quiere la paz, y que a cualquier hijo de vecino no todos los refugiados le parecen iguales. Una pinchada de globo que trae de la mano pavor e incertidumbre al constatar el desamparo absoluto en que nos encontramos bajo el liderazgo de una incompetente, sectaria y desprestigiada clase política sin ideología alguna que no encuentra mejor salida que bombardear con mentiras y falsas expectativas la mínima credibilidad que aún nos pueda quedar en ellos. Elucubradores sin fin de medidas tomadas a la carrera con sus siglas de partido como bandera para alcanzar unos objetivos que poco coinciden con el bien común de los traicionados votantes a los que debían representar. Medidas que, una tras otra, acaban por minar los cimientos en los que sustentar los planes y proyectos que cualquiera soñábamos cuando diseñamos aquel futuro que hoy nos parece cada vez más irreconocible. Oscuros nubarrones se van cerniendo sobre una paz social tan bombardeada por esta agotadora crisis pandémica que no acaba de remitir, otra energética más reciente que nadie esperaba ni comprende y a la que se le atisba un futuro espinoso, y la últimamente disparada inflación producto del sálvese el que pueda al que se ven arrastrados en cascada cada uno de los eslabones que componen la cadena. Nada más gráfico de todo esto que el «spoiler» que nos han mostrado ya los sectores agrario, pesquero y el del transporte de lo que me temo está por venir desde otros muchos más sectores. Un clima de sobresalto que bombardea nuestra salud hasta niveles de haber llegado a colocar a la población española a la cabeza de Europa en el consumo de ansiolíticos y tranquilizantes. A nosotros, que por cultura, recursos, clima y ubicación podríamos fácilmente aspirar a la mejor calidad y esperanza de vida del planeta nos llevan con sus desmanes a tomar psicotrópicos. Y ya que he dicho esperanza, no paso por alto cómo de destrozada ha quedado la del pueblo saharaui tras el impacto de misil recibido por el sorpresivo cambio de postura de España que ha anunciado nuestro presidente con respecto a su soberanía. No tengo conocimientos de geopolítica, estrategia o diplomacia como para decir si este cambio es erróneo o acertado, de lo que no cabe duda es que ha sido nada consensuado y contrario a la posición mantenida por España durante mas de cuarenta años. A saber los motivos. Entre tanto bombardeo el clima no se ha querido quedar atrás y ha aportado su granito de arena (nunca mejor dicho) bombardeándonos con unas tormentas de calima con cielos rojizos a las que no se les puede negar lo bien que hacían juego con la situación general. Una situación capaz de poner a prueba al padre más pedagogo cada vez que se la tenga que explicar a los niños cuando éstos perciben el ambiente y bombardean a preguntas.

* Antropólogo

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