Diario Córdoba

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María Olmo

LA RUEDA

María Olmo

Esas calles tan nuestras

Cambiar los nombres de las calles del casco antiguo, no digamos histórico, procede poco

Imagínese usted que vive en una calle estrechita y empedrada llamada Yerbabuena, con y griega. ¿Qué nombre puede haber mejor que ese? E imagine que una mañana se levanta y lee en el periódico que le quieren cambiar el nombre al lugar de su domicilio para ponerle el de una persona prestigiosa, valorada -eso sí- , muy querida y merecedora de que se rotule en su recuerdo un espacio urbano. Pero... ¿hay que desvestir a un santo para vestir a otro? Quien dice Yerbabuena dice Horno de la Trinidad, esa callejuela que parte de la plaza del mismo nombre en un breve y sombrío pasaje lleno de los recuerdos de una ciudad histórica y vivida como la nuestra.

Ha hecho bien la Gerencia de Urbanismo en aplazar su decisión sobre los cambios propuestos, en estos dos casos citados, por el movimiento cofrade, al que desde aquí no vamos a restar un ápice de merecimiento para la iniciativa que patrocina, sino solamente aducir que será mejor buscar parajes nuevos. O a lo mejor rincones céntricos en los que podría quedar un pequeño vacío, como el lateral de la plaza de Colón, donde están las paradas de autobuses, y allí han propuesto llamar a ese cachito Hermandad de la Quinta Angustia, que tiene al lado la sede, en la iglesia de la Merced.

Cambiar los nombres de las calles del casco antiguo, no digamos histórico, procede poco, y se agradece si la ordenanza solo lo contempla para retomar sus denominaciones anteriores. Es mejor, para las ideas nuevas, buscar los nuevos emplazamientos de una ciudad que, aunque poco y despacio, sigue creciendo. Y acordarse también de alguna figura femenina, que son muy pocas las representadas. Si yo viviera en Yerbabuena no querría que el Ayuntamiento de Córdoba me la cambiara por el nombre de un artista cofrade, ni tampoco por el de Dolores Ibárruri, puestos con este ejemplo (ya tiene una vía) a llevar el asunto al otro extremo. Estos cambios en las denominaciones dan lugar a polémicas aunque no tengan nada que ver con los de la Memoria Democrática. Baste recordar cuando una de las corporaciones que presidía Rosa Aguilar acordó no dedicar calles a personas vivas, decisión que se tomó muy probablemente para eludir las presiones del entorno del entonces presidente de Cajasur, Miguel Castillejo. Cuesta del Bailío, Calleja de las Flores, calleja del Pañuelo (que se llama en realidad Pedro Jiménez), Claudio Marcelo o ‘Calle Nueva’, plaza de la Corredera, calle Amparo, calle Badanas, calle Lineros, calleja de la Luna, de los Arquillos, calle Cabezas, calle Mucho Trigo, Siete Revueltas... Podemos estar un buen rato enumerando, y ¡qué bien suena!

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