Diario Córdoba

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Francisco García-Calabrés

Plan de choque y consensos

Los problemas del país no se arreglan con 6.000 millones, ni bajando un punto la inflación

El término de moda en todos los mentideros es el plan de choque. Ese que sirva de bálsamo de Fierabrás, de respiración asistida tanto a la economía nacional de los grandes sectores y cifras, como a la economía de pequeña escala de autónomos, pensionistas, mileuristas y un sinfín de categorías vulnerables que no llegan a fín de mes. Llevamos muchos años con planes de choque que se suceden. Recordarán el Plan de Estímulo a la Economía y el Empleo o Plan «E» de Zapatero tras la crisis del ladrillo y la banca, con el que se quisieron arreglar calles y plazas. El plan de choque con la prima de financiación de la deuda pública por las nubes, a punto de la intervención europea en el gobierno de Rajoy. El plan de choque ante el coronavirus con el estado de alarma, los confinamientos, Ertes, y créditos ICO. Y ahora el plan de choque ante la inflación desbocada, que la guerra de Ucrania ha acentuado pero no provocado, y que amenaza de nuevo con más desempleo y carestía de la vida. Pareciesen medidas paliativas urgentes, sin duda necesarias, que ayudan a taponar la herida, pero que realmente no sanan al enfermo. Los problemas del país no se arreglan con 6.000 millones de euros, ni bajando un punto la inflación.

En tesituras como la presente, se echan en falta, además unos pactos políticos de amplios consensos y mayorías parlamentarias, que acometieran reformas de medio y largo plazo orientadas a incrementar la competitividad de nuestra economía, aumentar sus niveles de cohesión social y mejorar el funcionamiento de los mercados, particularmente del energético, sin las cuáles seguiremos expuestos en nuestra economía al vaivén de los acontecimientos y con altos niveles de incertidumbres. La amenaza de la inflación nos está empobreciendo a todos y poniendo en juego el estado del bienestar, como nos indican los informes de todos los observadores económicos. Y eso exige de medidas más audaces, adoptadas con nuevos consensos que deben ser más generosos. Por nuevos talantes con más capacidad de escucha que de confrontación, de empatía que de descalificación.

A estas alturas necesitamos aún resolver no sólo el modelo energético razonable y útil que queremos, sino también garantizar el sostenimiento de las pensiones, la modernización de la justicia, la viabilidad de los sectores primarios, los servicios y vitalidad de la España vaciada, por no mentar el tan manido pacto por la educación, entre otras muchas tareas pendientes. Es la hora de los grandes líderes, de abandonar las soflamas populistas, el regate corto y efectista, y anteponer que la verdad siempre es compartida. Es lo que se llama política de Estado que, claro, exige estadistas de altura. Esa es la batalla de nuestra hora, la de la responsabilidad y la coherencia, la de los consensos, los mismos que permitieron diseñar las bases del modelo de estado que disfrutamos. Nunca es tarde para entenderse. Pero sobre todo, ahora más que nunca, es necesario. Solo juntos llegamos lejos.

*Abogado y mediador

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