Diario Córdoba

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Rosa Luque

ENTRE VISILLOS

Rosa Luque

Prudencia, por favor

Nos hemos propuesto olvidar el covid-19, pero sigue dando coletazos

Los transportistas, aunque recelan de las medidas paliativas del Gobierno, están volviendo a la carretera. Y los puestos de pescado recobran poco a poco su ritmo habitual, aunque todo esté más caro y falten sardinas y bacaladillas, el género más barato. Se compra lo que haya y, si uno puede permitírselo, echa en la cesta más de lo necesario, porque ya nadie se fía de nada ni de nadie y piensa que lo mismo vuelve el desmadre y mejor que nos pille avituallados. En cualquier caso, en este último episodio surreal del desabastecimiento, como en todo lo que estamos soportando, el ser humano tiende a hacer borrón y cuenta nueva. Y a tirar para adelante, que, como dicen el dicho y las leyes de Murphy, «más alante hay más».

El caso más claro es el del covid-19, que nos hemos propuesto arrancar de la mente, ya que del cuerpo no está en nuestra mano quitárnoslo por mucha resiliencia que empleemos. Ignorando los datos oficiales, cada vez más espaciados para limar miedos, olvidamos que vuelve a subir la incidencia de casos, suaves en su mayoría aunque no cesa el goteo de muertes, y fingimos que la pandemia es asunto pasado. Se nos autoriza, casi se nos anima, a quitarnos la mascarilla en la calle -pronto también en los lugares cerrados-, y está cercano el día en que al que no lo haga se le mirará como a un bicho raro, entre paranoico y gafe. De repente, los contagios han pasado de ser un tema de salud comunitario a privado, como cualquier otra enfermedad que se cuenta o no según lo expansiva que se muestre la persona que la sufre. Y, salvo que la infección sea de las gordas y acabe en la uci, no hay que dar aviso ni guardar cuarentena en casa, y mucho menos si el infectado es otro, aunque comparta tu cama. Eso sí, las autoridades sanitarias piden por favor a los anónimos portadores del virus que, suponiendo que lo sepan -los test quedan reducidos a cribados hospitalarios- no se paseen a sus anchas sin el embozo. Y yo añado que, por lo que más quieran, no tosan en la cara al personal, desenmascarado e indefenso, porque además de ser peligroso es un gesto de muy mala educación, con o sin epidemia.

Así las cosas, con esas ganas de liarnos la manta a la cabeza y recuperar el tiempo perdido estos dos años, nos adentramos en un ciclo de fiestas largo e intenso como son en Córdoba las primaveras. Días de vino y rosas que se anuncian como los de antes del coronavirus, sin más restricciones que las impuestas por el sentido común. Ni la angustia ante la guerra entre Rusia y Ucrania, a las mismas puertas de Europa, ni el subidón de precios ni la consiguiente inflación -el indicador adelantado del IPC va por el 9,8 en marzo- parecen haber afectado las previsiones turísticas para Semana Santa. Los hosteleros, sobre todo los de turismo rural, calculan una ocupación superior al 80%. Y los organizadores de todos los eventos tienen puestas sus mejores esperanzas en que este año por fin se alcance la normalidad, o algo parecido, que tanta falta hace para la economía y los ánimos. Tras recogerse los pasos de la calle llegará del 20 al 24 de abril la Cata del Montilla-Moriles, que vuelve a la explanada de la Diputación. Luego vendrán del 28 al 2 de mayo las cruces, 46 con sus respectivas barras; y del 3 al 15 el concurso de patios, de nuevo con controladores y celebrando esta vez el décimo aniversario de la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Y del 21 al 28 la Feria, apoteosis del mayo cordobés, para la que el Ayuntamiento ultima un nuevo paseo en El Arenal. Todo eso nos devolverá la alegría, pero pondrá a prueba la estrategia frente al covid en mitad de las bullas. Divirtámonos, pero con prudencia.

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