Dedicado a los ucranianos que han regresado a su patria. Cada ucraniano, dispuesto a defender su vida y a su nación frente a la invasión del ejército ruso, está conquistando su propia muerte. Va a asistir a su propia muerte, que ha elegido libremente, y a la que le va a dar su sello personal.

Lo saben sus familiares, sus esposas e hijos, emigradas hacia las fronteras occidentales de su país.

Estos hombres se van a entregar a la muerte como su personal destino porque así lo han valientemente elegido. Nadie les ha hurtado su libertad de morir en defensa de su hogar y de su país. Sus vidas corren urgentemente hacia la muerte como los ríos a la mar.

La invasión militar rusa representa un profundo cambio pero la condición de ser y sentirse ucraniano no ha cambiado. Se resiste a ese doloroso y terrible cambio. Esa resistencia nace del espíritu, del compromiso, de la entrega al otro compatriota, del amor a la patria. Es el sentimiento de amor a su tierra, que no se extingue ni se amortigua.

Allí nacieron y allí no quieren morir pero están muriendo y se convierten en partículas de un cielo en llamas.

Muchos morirán y cada una de esas muertes será singular, porque no tienen miedo ni a la vida ni a la muerte. Al no pensar en la vida tampoco piensan en la muerte pues solo les interesa derrotar al invasor. Viven con la fe en la derrota del enemigo opresor y por eso no temen a la muerte.

Solamente se puede comprender esta actitud a la luz de la muerte de la que no se han evadido.

Viven este momento dramático y lo viven como un presente eterno sin miedo a morir.

Han comprometido su libertad disponible en defensa de Ucrania. Esta es la razón por la que muchos ucranianos han regresado de Occidente a su tierra.

Y es que la verdad de cada ucraniano, que resiste al invasor, no es negociable y esta es la razón de su resistencia. No pueden renunciar a esta verdad y no la han delegado en otros.

Están viviendo una aventura fascinante y con mayor motivo están viviendo la aventura de sus propias muertes. Resisten porque tienen hambre de la verdad de sí mismos. Se levantan cada mañana como si tuvieran que ser enterrados por la noche, pero no morirán acompañados sea en el frente de batalla sea disparando desde una ventana, todavía no descombrada.