La guerra de Ucrania impregna nuestra vida. Vemos sus imágenes, oímos y leemos sobre ella, es el foco de la mayoría de las conversaciones y tiñe nuestro estado de ánimo de temor y tristeza. Entre ese conjunto de datos y emociones, una figura sobresale, Putin, el autor, el promotor de la invasión. Es frecuente escuchar, igual que de otras figuras semejantes, que está loco, que solo la locura, la enfermedad, puede explicar esa declaración de guerra.

Pero no hace falta estar enfermo para ello. De hecho, solo entre un 9 y un 10% de los enfermos mentales graves presentan conductas violentas y esta cifra disminuye a un 3-4% si se refiere a delitos violentos más graves. E incluso cuando se presenta, carece de la premeditación, la frialdad y la sistemática organización que requiere declarar una guerra e invadir otro país.

Entonces, si Putin no está enfermo, ¿qué otro motivo puede haber para producir tanto daño? En sus discursos alude causas históricas (Ucrania formaría parte de Rusia, lo que convertiría la llegada de tropas en una excursión a parte de su territorio); razones morales (desmilitarizar y desnazificar a un país cuyo presidente, judío, fue elegido democráticamente) o defensivas (ese gobierno nazi estaría dispuesto a entrar en organizaciones políticas y militares occidentales, lo que equivale a una traición y una amenaza). Sin embargo, es conocido que durante su largo mandato se han reducido considerablemente los derechos civiles de la población rusa, ha emprendido ofensivas militares tan crueles que se ha consolidado como modelo de devastación (Grozni, Alepo) y ha acallado a periodistas y políticos disidentes, siendo algunos asesinados a tiros o envenenados.

Aunque esos hechos eran conocidos, ha sido tras la invasión de Ucrania cuando se han multiplicado las comparaciones con Hitler o Stalin, figuras que asociamos con el lado más oscuro de nuestra historia reciente.

Y a ese lado oscuro, pero de la personalidad, se han dirigido estudios psicopatológicos en los últimos años: Uno de los más extensos y divulgados se realizó en 2018, por Morten Moshagen, Benjamin E Hilbig e Ingo Zettler en Alemania y Dinamarca. Encuentran que las personas que muestran conductas moral, ética o socialmente cuestionables, tienen una personalidad caracterizada por situar los propios intereses por encima de los demás, cuyas necesidades son ignoradas o despreciadas; pueden disfrutar al causar dolor y, a la vez, se escudan en unas creencias que justifican su conducta, lo que les permite no sentir culpa o vergüenza. Lo llamaron el factor D o núcleo oscuro de la personalidad.

El factor D estaría compuesto por nueve rasgos relacionados entre sí, de manera que si uno de ellos está presente, es probable que también lo estén los demás. Aquí están los rasgos citados:

1-Egoísmo: interés excesivo en el beneficio propio, a costa de los demás o de la comunidad.

2-Maquiavelismo: actitud manipuladora, insensibilidad ante la posibilidad de hacer daño y creencia de que el fin justifica los medios.

3-Ruptura moral: forma de pensar que permite no sentir angustia al comportarse sin ética.

4-Narcisismo: enfocar toda el interés en uno mismo, sentirse superior al resto y necesitar recibir atención de los demás.

5- Sentirse autorizado psicológicamente: creer que uno es mejor (y merece un trato mejor) que los demás.

6-Psicopatía: falta de empatía y autocontrol, combinada con un comportamiento impulsivo.

7-Sadismo: deseo de causar daño mental o físico a otros para su propio placer o para beneficiarse a sí mismo.

8-Deseo de notoriedad: de impulsar y resaltar el propio estatus social y financiero.

9-Rencor o maldad: Inclinación a hacer daño o a destruir a otros, incluso si uno se daña a sí mismo en el proceso.

Les invito a hacer un ejercicio. Vean el documental ‘Putin, la gran amenaza’ si no lo han visto ya, o si son capaces de repetir. Marquen una cruz cada vez que aparezca un hecho que refleje uno de estos rasgos y, una vez finalizado, decidan si el señor Putin pertenece al lado oscuro.

Si es así, ¿qué podemos hacer ahora? Seguramente la psicología y la psiquiatría no sean útiles en el caso que nos ocupa, a no ser que sufra un súbito ataque de ética y decida pedir ayuda para modular sus inclinaciones. Pero es poco probable. Solo podemos trabajar para prevenir la aparición de nuevos casos y, mientras tanto, aprender a defendernos de los que están en nuestro entorno. Si una persona ostenta uno de estos rasgos, es posible que guarde otros en su interior. Hay que identificar a quienes esgrimen conductas de abuso, evitar ser manipulado por ellos, no votarlos para que alcancen poder -pues el poder los convierte en peligrosos- y, si muestran aprovechamiento o crueldad, no mirar hacia otro lado creyendo que así evitamos su influencia. Pueden invadirnos.