Llega de nuevo el 8 de marzo, Día de la Mujer, y es inevitable echar la vista atrás para reflexionar sobre lo que las mujeres hemos conseguido y lo que aún queda por lograr, de preguntarse, como aquella canción de Presuntos Implicados, cómo hemos cambiado. La verdad es que hemos cambiado, y mucho. Si pensamos en nuestras madres y su vida como niñas y jóvenes allá por los años cuarenta, cincuenta o sesenta, la cultura y la necesidad de trabajar desde bien temprano han dado paso a niñas y jóvenes dedicadas a estudiar y formarse. El trabajo a edades tempranas, con los padres, ya no es la tónica general. Lo principal es la educación para aspirar a un buen empleo.

Además, las niñas de hoy ven como, en la mayoría de los casos, sus madres trabajan, mientras que antaño, la profesión de ama de casa era muy habitual, todo lo contrario que ahora y siempre que no se esté en el paro. Las niñas de hoy tienen por tanto más oportunidades formativas que nuestras madres y más opciones laborales. El abanico es mucho más amplio, otra cosa es que la oferta pueda absorber la demanda y no se vean abocadas muchas a las listas del paro.

Que se han conseguido muchas cosas es incuestionable porque muchas mujeres lo hicieron posible antes y lo siguen haciendo ahora y también es incontestable que cada vez más mujeres son conscientes de que tienen los mismos derechos que los hombres y pelean por ellos, no se quedan calladas. Lo volveremos a ver este 8 de marzo. Que queda mucho por conseguir, también. Para tener las mismas oportunidades a la hora de acceder a un puesto de trabajo; para cobrar lo mismo que un hombre en el mismo puesto; para ser respetadas igual que el hombre. Falta acabar con los restos del machismo; con la violencia de género que sigue asesinando; con las agresiones y abusos sexuales; con toda idea de que una mujer no puede hacer algo por el mero hecho de ser mujer.

Lo importante es no dar pasos atrás, no perder derechos conseguidos y seguir peleando en esta carrera de fondo por lograr la igualdad con mayúsculas. La buena noticia es que las niñas de ahora tienen más herramientas para seguir en esa lucha. Están más empoderadas, saben lo que valen y lo que pueden hacer y tienen a sus madres y abuelas para recordárselo. El futuro es suyo.