Las ramas de los árboles deberían ya gotear, que buena falta hace, para que todo se vuelva dorado en cuanto les sorprenda un rayito de sol. Sí, necesitamos agua y, desde luego para mí, no es una locura declarar que la lluvia supone un derroche de fiesta.

Ahora tenemos prisa por percibir el reflejo de las luces en el suelo mojado del anochecer a la vez que el deseo apremiante de salir a la calle con paraguas, no como una extravagancia, sino como necesidad inexcusable para no terminar chorreando y corriendo en busca del aparcamiento para ponernos a salvo de un buen resfriado. Pero seguro que sonrientes y felices por respirar aire húmedo.

Alrededor de los días de lluvia hay espléndidas historias narradas en obras musicales y poemas, en películas y obras de arte y es que, a pesar de su mala reputación, propician un derroche de emociones. Nos zarandean en mil recuerdos que no tienen que ser necesariamente tristes ni peligrosos para nuestra salud mental. Lo digo porque a veces se asocia sol y buen tiempo con la efusión amorosa y los deseos susceptibles de cumplirse; mientras que el tiempo de agua se vincula a incertidumbres y desgana.

Acaso nos olvidamos de que todo el universo funciona de manera cíclica. Me gusta pensar y alegrarme en las estaciones del año para no descuidar cómo hemos llegado hasta aquí, cómo nos es tan necesaria la certeza de los días de calor, de generoso sol, como la respuesta de las tormentas y la lluvia.

En el mismo sentido nuestras circunstancias vitales y nuestros posicionamientos, por atrevidos y diferentes que sean, nos han traído al momento histórico que vivimos y han favorecido el avance social y personal del que disfrutamos. Si observamos estos logros con esa perspectiva es fácilmente reconocible el movimiento cíclico y pendular de siglos de historia que nos han sacado de la pequeñez y la ignorancia. Claro que, al tratarse de tal vaivén, son dos pasitos pa’lante y tres pasitos pa’tras. No obstante quiero creer que cada cual reflexiona y rehace su propia crónica. Entonces, ¿qué les parece si vamos a ello a pesar de esta realidad tan descarnada que nos cerca?

Por ejemplo: atrevernos a diseccionar nuestra posición personal ante la vida y sus ciclos y hacerlo, por supuesto, de forma honesta y a conciencia. O atrevernos a no sucumbir a la deformación de nuestra ideología por esos pleitos mediocres o simplemente ambiciosos que nos asaltan. O atrevernos a no escurrir el bulto ante los aplausos y el enaltecimiento que esta sociedad hace de la ramplonería y la vulgaridad. O atrevernos a no llegar tarde en la defensa de la violencia, venga de donde venga y a pesar del ruido exterior. O...

Si con tanto esfuerzo hemos construido nuestras democracias no podemos dejar al azar nuestro relato futuro, que no es otro que el desafío de progresar y mejorar. Espero con certidumbre y confianza que vamos a sentirnos orgullosos de nuestra leyenda futura si ahora somos activos en nuestra aventura autobiográfica y global.

Y escribo esto hoy cuando una guerra, cruel e injusta como todas, a poco más de tres mil kilómetros de nosotros, es la nota necrológica de este 2022.

Habrá que acelerar los tiempos cíclicos y decir no a la barbarie. No podemos esperar a que la lluvia vuelva, no podemos correr ese riesgo.

*Docente Jubilada