He dudado mucho si dedicar mi alegato al andalucismo, y es que mis amores y desamores con el movimiento andalucista, -obsérvese que he dicho «movimiento» y no doctrina- han dejado un sabor tan agridulce en mi memoria que acepté que si no supe defenderlo, mejor era dejar que lo hicieran los que se sienten capacitados para ello.

¡Quitemos el Día de Andalucía de nuestros almanaques!. Si somos tan españoles que el serlo nos impide ser andaluces; si pensamos que sentir orgullo de ser andaluz es antónimo de ser español, ¿qué hacemos celebrando algo en lo que no creemos?

Mi frustración es máxima cuando compruebo que cualquier defensa del andalucismo se interpreta como una doctrina secesionista, como una corriente que viene a desmembrar la unidad del estado español.

Muy probablemente con este alegato me granjee la crítica de unos y otros. De los españolitos -fascistas según los contrarios-, porque todo lo que no atienda a sus cánones nostálgicos de cualquier tiempo pasado fue mejor tiene cabida en aquel manido contubernio. De los anti-españolitos, llamados rojos por aquellos, porque si hay dictadores expertos en represión, sobre todo en la de pensar, si es diferente, son ellos.

Los primeros han matado el andalucismo bajo el discurso de que la Arbonaida es una ofensa para la Roja y Gualda. Ignoran que las columnas de Hércules de nuestro escudo son compartidas con las del escudo de España: a la diestra «Plus», a la siniestra «Ultra»; Que en el entado del escudo de España luce la granada, fruto que representa al Reino de Granada; que el himno de nuestra tierra pide libertad para Andalucía, España y la Humanidad; que ese himno, con letra de Blas Infante, tiene su música inspirada en El Santo Dios, un canto religioso popular que los campesinos de algunas comarcas andaluzas cantaban durante la siega.

«Los otros», con nombre de película en constante penumbra, han dado la puntilla al andalucismo. Siempre usando a los andaluces de izquierdas para conseguir gobernar fuera de Andalucía. Andalucía para llegar pero no para quedarse. Con miedo permanente a que esta bendita tierra alcance conciencia de sí misma por encima de ideologías, como lo han hecho Cataluña, País Vasco y hasta la España vaciada.

El poder de la vergüenza para matar el orgullo: ¡andalucismo a euro!

*Abogada laboralista