Voy camino de Madrid, a recoger un premio que me da la Fundación Secretariado Gitano, muy relacionado con las labores de esta columna. Y como sí se tratará de una conjunción de astros buenos, me llevo este galardón precisamente cuando se van a cumplir veinte años como columnista semanal de Diario CÓRDOBA. No duden que toda la persona que escribe lo hace por afición e incluso necesidad vital y, por tanto, no hay mérito donde sobre todo hay pasión. Pero, aunque lo mío con la escritura no tenga especial importancia porque forma parte de mis necesidades primarias, eso no quita que sea agradecido. Y yo, hoy, ese agradecimiento se lo quiero dar a Diario CÓRDOBA; desde marzo del año 2002, este medio se ha implicado directamente o a través mía en la tarea de poner su pica en Flandes en la lucha contra la desigualdad histórica de una parte importante del alma española como son las gitanas y los gitanos. Y es que ya desde mi primera columna, La soberbia de los tolerantes (que creo que ha sido la mejor) empezamos la labor. Y nunca me han puesto pega alguna a pesar de haber escrito en ocasiones en flagrante contradicción de una semana a otra, diciendo Diego donde había dicho digo y, al contrario.

Y es porque creo que el diario sabe que la duda es mi bandera. Pero mucha más carta blanca me da cuando mis columnas van referidas a la cuestión gitana, tema que, ya cerca de mi cincuentena, concluyo que es el timón de mi vida. Todo es cariño en Diario CÓRDOBA y eso que físicamente no son muchas las ocasiones que nos hemos visto. Pero no hacía falta más cuando los corazones sangran tinta. Les podría hablar de muchos trabajadores del diario que, con preciosa paciencia, esperan hasta el límite mis continuas modificaciones y correcciones. Personas de clarísima alma fresca y democrática como el mar en calma: Manuel Fernández, María Olmo, Paco Expósito, Rosa Luque, Araceli Arjona, Zoraida, Rafa Aranda, Juan Jesús Moral, Francisco Carrasco, Alfonso Palomares, Francisco L. Córdoba, Rafael Romero... Y en periodos donde la lucha contra la desigualdad parecía batirse en retirada ante tanta incomprensión, mi gente de Diario CÓRDOBA significaba algo así como un oasis con sombra después de atravesar el desierto. Pues bien, volviendo al presente, en Madrid me dan un premio a la concordia precisamente por la labor de mi columna como ariete de la lucha por la inclusión. Pues este premio también pertenece a Diario CÓRDOBA porque no es menos cierto que ello no hubiera sido posible sin la preciosa complicidad de estos periodistas cordobeses para conmigo. Así que solo me queda decir con orgullo cordobés: muchas gracias, Diario CÓRDOBA, por estos veinte años que tanta ilusión han dado a mi vida.

*Abogado