A veces se pregunta uno por qué esta cultura andaluza nuestra, tan rica y con tanta personalidad, no tiene una lengua autóctona propia. Y el hecho es que sí que la tenía.

En lo que hoy es Andalucía surgió el romance andalusí, una de tantas lenguas romances desarrolladas a partir del latín en muchas de las antiguas provincias del Imperio Romano alrededor del Mediterráneo. En la vieja Al-Ándalus, ese romance, también conocido como latiní, era hablado tanto por cristianos como por judíos y musulmanes, y quizás por este motivo, se empleaba la caligrafía hebrea o árabe en su forma escrita. De hecho, dos figuras significativas de la escasa literatura en esta lengua andaluza fueron el rabino Yehuda Haleví y el poeta musulmán Ibn Quzman. El romance andalusí llegó a convertirse en la lengua coloquial de Al-Ándalus, usada por todo el mundo, desde el más humilde campesino hasta el mismo califa, en sus conversaciones familiares e informales, mientras que el árabe, junto al latín y el hebreo, se alzaba como lengua de la cultura y la religión.

Algunos expertos destacan las semejanzas entre el romance andalusí y las demás lenguas romances de la Península, sobre todo las de Galicia, Asturias y León, entre los siglos VIII y XI. Esta sería una explicación para la existencia en algunas zonas de Andalucía de topónimos con reminiscencias gallegas, como Capileira o Castril. Para algunos especialistas, como Menéndez Pidal, las primitivas similitudes lingüísticas entre Andalucía, Galicia, Asturias y León se deben a la unidad visigoda; para otros, la semejanza entre el antiguo gallego y el romance andalusí se debía a la llegada de esclavas gallegas a las tierras de Al-Ándalus. Para explicar estas semejanzas, sin embargo, hay sobre todo que tener en cuenta la emigración desde Al-Ándalus hacia el norte. Expertos como Menéndez Pidal y Henri Sterlin reconocen que muchos textos latinos de los monasterios del norte de la Península fueron escritos por notarios o clérigos mozárabes provenientes, principalmente, de Andalucía. No es de extrañar la influencia del habla vulgar andalusí en textos escritos en latín o en las otras lenguas romances incipientes, si se tiene en cuenta que tanto autores como lectores eran monjes procedentes de Al-Ándalus. Es lógico pensar que estos repobladores cultos se llevaran consigo su habla junto con su cultura.

Al contrario de lo que sucedió en otras regiones de la Península, debido a la sustitución del latín por el árabe como lengua culta en Al-Ándalus, el romance andalusí fue quedando relegado. La presencia dominante del árabe, y la posterior reconquista castellana, frenaron el desarrollo de la lengua andaluza hasta su práctica desaparición. A pesar de ello, está presente de varias maneras en el castellano que hablamos hoy día. Muchas de las palabras, como rebaño, hola, firmamento o chocho (salado, referido a altramuz) tienen su origen en el romance andalusí o pasaron al castellano desde el árabe a través del romance andalusí.

Nuestro habla andaluza actual parece ser, por lo tanto, producto de la evolución a partir de la primitiva lengua romance andalusí y del castellano llegado durante la Reconquista. Algunas características del habla castellana andaluza, en concreto el yeísmo, el ceceo y el seseo, ya aparecen en textos aljamiados del siglo XVI. La larga división norte-sur en las influencias culturales sobre la Península Ibérica permitió que cuando los francos y visigodos del norte empezaran a pronunciar palabras usando sonidos diferentes, los visigodos del sur siguieran pronunciándolas como siempre. Por eso, el romance andalusí nos sonaría hoy al oído mucho más parecido al italiano o rumano que al castellano. Aquella lengua andaluza sonaba así: Gratzias ad totos por kereri kallari esta liekua bonella (Gracias a todos por querer conocer esta bonita lengua). Los andaluces carecemos de lengua propia autóctona. La nuestra es el castellano y, como diría Lola Flores, un castellano con asento, que también es una bonita lengua.

* Profesor de la UCO