A comienzos del mes más corto del año, el invierno se apacigua y, a veces, retoma su vigor con rabia. En Europa sobrevive la creencia de que en esas fechas, por la Candelaria, los animales que hibernan salen de su escondrijo a fin de comprobar el tiempo que hace. Si está claro, vuelven a su guarida, al percibir que el frío durará cuarenta jornadas más, es decir, hasta bien entrado el mes de marzo. En zonas peninsulares, como en la catalana Prats de Molló, según afirma Claude Gaignebet, hacían salir ese día al animal guarecido, disfrazándose los más jóvenes de oso, mientras otros se dedicaban a ennegrecer con hollín a cuantos les rodeaban, para que así la salida del escondrijo del plantígrado fuera definitiva y pudiera proclamarse ya la primavera. Estas formas recrean un ritual tan carnavalesco como es el de embadurnarse de negro.

Desde un punto de vista popular, en esa emblemática data también se celebra la festividad de la Purificación de la Virgen, ubicada entre las santas Brígida y Águeda, así como la Presentación de Jesús en el Templo cuarenta días después de que su madre le diera a luz, de acuerdo con lo establecido por la ley de Moisés. Se inaugura de esta manera un ritmo temporal de 40 jornadas, que nos hace mucho fácil poder delinear todo el calendario festivo del año. Jesús se habría quedado en su cuna desde su nacimiento hasta el 2 de febrero, fecha en la que igualmente se guarda el belén. En algunos monasterios hasta el referido día sus monjas tenían la costumbre de mecer una pequeña cuna de juguete. En otros lugares, este hecho quedaba señalado por la ofrenda de unos pasteles alargados y abiertos que se daban a los más pequeños en forma de «navette», queriéndose simbolizar con ello el nuevo nacimiento, cuando el mismo Jesús nace ya como Dios.

Por otra parte, la Candelaria, fecha más temprana posible para ubicar el Martes de Carnaval, debe su origen como festividad a la utilización de las candelas encendidas que remplazaron a las que en Roma se prendían durante las Lupercales, en una procesión que formaba parte de las antiguas fiestas. La Candelaria es muy festejada en toda España. Acompañada de hogueras, velas encendidas, toma de rosquillas, procesiones varias, ofrendas de palomos y danzas típicas, esta festividad recrea de algún modo el mito de Perséfone. Se decía de esta que, raptada por Hades, fue buscada de día y de noche (a la luz de las antorchas) hasta que fue por fin encontrada. En su recreación cristiano-medieval, se teorizó por parte de los teólogos que fue el deseo de ver cómo la verdadera luz, la de las candelas, triunfaba sobre la más profana de las antorchas, lo que hizo que la Iglesia instaurase el uso de velas durante la celebración, utilizadas hasta entonces en los óbitos a fin de asegurar una buena muerte. Febrero, en Roma, había sido ya un mes dedicado a las purificaciones, realizándose durante su transcurso numerosos sacrificios para la expiación de culpas y pecados. Se consideraba asimismo que los muertos entraban en forma de llamas por la ciudad.

Muy ligada a la Candelaria, durante el día 3, por san Blas, se toman los panecillos y roscas más diversas. Las botargas, en Castilla y demás poblaciones de España, acompañan al santo en procesión, con danzas de paloteo que conmemoran algunos de los rituales celtibéricos; en la cristiandad de todo el mundo se bendicen las gargantas de los fieles con la ayuda de dos cirios cruzados y encendidos, así como con cintas y pañuelos para poner al cuello y protegerse así de los diversos males de garganta y de la circulación del soplo, asegurando con ello no solo las funciones del habla, cante o risa, sino también las de comida y la tos. Son, por su parte, las llamadas «endiabladas», las festividades en las que se lucen los trajes multicolores más vistosos, a los que se suma el sonido de los cencerros que cuelgan los mozos a su espalda. Esta fiesta puede inscribirse en el ciclo de Carnaval, al considerarse como la primera fecha posible del miércoles de Ceniza.

Junto a las demás celebraciones que se dan por santa Águeda, abogada de las enfermedades de mamas y de las virtudes de recato y feminidad (martirizada en Sicilia durante el siglo III por no abjurar de su fe), se hace presente en casi todas ellas una fuerte carga de trasgresión de roles y cambios de autoridad, conservándose en no pocos casos muchos de los rituales de fertilidad. Parecen tener todas ellas un antecedente común en la Mastronalia que Roma festejaba durante las kalendas de marzo, fiesta dedicada a las mujeres; en ellas, las casadas prestaban una especial atención a sus esposos, y las esclavas gozaban de cambios de roles en sus actividades habituales. Hoy algunas de aquellas celebraciones de febrero y de marzo perviven aún, aunque muy transformadas, tanto en España como en otros muchos lugares del Viejo continente.

*Catedrático