Está Roma, la ciudad de las siete colinas, cuna esencial, aunque repartida, de la civilización, como escribió el sábado pasado en este periódico el profesor Cuenca Toribio, que nombró también a Jerusalén y Atenas como integrantes de ese episodio de la historia del mundo. Una de las siete colinas de Roma, a donde se fue a pensar desde Córdoba nuestro paisano filósofo Séneca, la del Monte Testaccio, cobró su altura al ir amontonando las ánforas de aceite de la Bética hispana.

En Atenas, mientras imaginaba los pasos de Aristóteles por las piedras de la academia de Platón, y que tenía frente a mi vista en aquella terraza en la que las cerveceras inauguraron la Amstel olvidándose de la españolísima El Águila, aprendí que el Partenón, de excesivo sol y algo descuidado, es la primera y más útil imagen de nuestra ínfima sabiduría. Jerusalén es el espacio de la Historia Sagrada cuyo Muro de las Lamentaciones puede considerarse corazón y origen de las religiones, una ciudad que guarda la memoria de Cristo, cuyo sepulcro es para el creyente la esencia del cristianismo y en cuyo valle de Josafat, entre el arroyo Cedrón y el Huerto de los Olivos, cree que será el Juicio Final.

Visitar Jerusalén el shabat, el día sagrado de los judíos, es la oportunidad de contemplar cómo la vida se detiene cada semana y se olvida de ascensores y servicio de cocina. Pues además de Roma, Atenas y Jerusalén está Córdoba, esa ciudad donde un texto árabe señala que el lugar donde ahora se alza la Mezquita era una gran hondonada «en la que los cordobeses solían echar sus desperdicios y enterrar allí a sus muertos». Cuando Salomón, el hijo de David, llegó a Al-Andalus, pasó por Córdoba e hizo alto frente a ella; al ver la hondonada se detuvo y dijo a los genios: «Rellenad y nivelad este lugar, pues aquí se alzará un templo en el que se rendirá culto al Altísimo». Efectivamente, con el tiempo la leyenda de este texto se ha cumplido en toda su extensión, aunque el Altísimo haya ocupado ese espacio con los nombres que recibe en el Corán y en la Biblia. Córdoba, esa ciudad en la que en su día, en la Colina de los Quemados, por lo que ahora es el circuito deportivo del Parque Cruz Conde, se asentaron sus primeros pobladores, que dieron paso a los romanos, que provenían de la ciudad de las siete colinas. Luego llegaron los visigodos y, finalmente, los árabes, que trajeron a Córdoba el califato omeya, construyeron la mezquita de mayor belleza de todo Oriente y Occidente y Medina Azahara, en aquel momento, la ciudad árabe de las ideas. Luego llegó la Federación de Peñas, que levantó una ciudad a base de peroles, dominó y costumbrismo, y el año 2000, cuando Vicente Amigo editó su disco Ciudad de las ideas.

Y ahora, por los restos de aquella Córdoba descendiente de la Roma de las siete colinas, donde se mezcla la memoria del circo romano con el templo cristiano de los dominicos y luego de los claretianos, en Orive, una sala capitular del convento de San Pablo, el productor musical cordobés Fernando Vacas ha convocado un encuentro internacional de gentes que piensen en una ciudad de las ideas «en la que el bienestar, la salud y, sobre todo, el motor de la economía tenga a la cultura como eje transformador». La noche del Día de los Periodistas, después de salir de la Sala Orive donde el compañero Solano Márquez presentó su libro Córdoba es patio, nos adentramos en la noche de la historia y desde el palacio de los Villalones caminamos hacia el convento de Santa Marta, en el Corral de los Cárdenas y la Casa del Agua, y terminamos en la idiosincrasia de la taberna Fuenseca, donde trasnocha el arte del vino y el cante. Por los restos de aquella Córdoba que ahora el I Encuentro Internacional Córdoba, ciudad de las ideas, pretende que proyecte un nuevo modelo de hacer cultura, Ricardo González, de la editorial Utopía, la persona que más gente auténtica conoce, me presenta a Fernando Vacas, sentado con un medio de vino al lado de Carlos Pardo, poeta y crítico literario de Babelia, en una mesa por donde da vueltas el escultor cordobés José Manuel Belmonte. Es posible que haya llegado la hora de buscar esa Córdoba ciudad de las ideas, del mismo nivel que Roma, Jerusalén y Atenas, en este casco histórico perdido tantos años.