Espero el autobús. Estoy sola en la parada. Enero. Las 7 de la mañana. Hace frío. Desde siempre tengo frío; no se me quita en todo el día, solo de madrugada, cuando me tengo que levantar a mi economía sumergida de cada día. Cumplo cincuenta años. Amanecerá otro día. Vengo de cuidar a un enfermo. Economía sumergida. Luego iré a fregar escaleras. Economía sumergida. El mármol está frío. El agua está fría. Así irá avanzando otro día para mí. Yo soy otra de las que se quedan atrás, señor presidente de la palabrería, porque yo siempre vivo bajo su dictadura. No viene el autobús. Dentro de mí sigo escuchando tantas palabras de tantas campañas electorales. Dentro de mí soy un grito continuo, porque es la única manera que ya me queda de protestar, pero solo dentro de mí. Me he quedado atrás. Estoy en esa edad en la que ya no tengo edad. Formo parte del informe de Cáritas sobre los carotas. No sé dialogar con un banco a través de un ordenador. Economía sumergida. No sé resolverme los problemas del paro a través de un ordenador. No sé resolverme la consulta de un médico a través de un ordenador. Todo es muy fácil cuando no lo necesito. Los servicios públicos funcionan muy bien cuando no los necesito. Economía sumergida. Mi economía es mi soledad frente a una pantalla que se ríe continuamente de los botones que aprieto y me dice que me va a responder, que todo es muy fácil, pero siempre me responde otra cosa distinta a la que busco, y entonces me dice que soy una cateta, una inútil, una anticuada. Por la tarde tengo que ir... No recuerdo lo que tengo que hacer esta tarde. Hace frío. Esto sí lo recuerdo bien. Para esto sí que no tengo que hacer cola ni aguantar las risotadas de una pantalla. El autobús no viene. Sopla de vez en cuando un viento para el que no me sirven la bufanda, el abrigo, los calcetines, los zapatos. El viento me mete el frío por los ojos hasta el corazón. No puede darme ese virus. Tengo que buscarme otra escalera para fregar. Economía sumergida y yo sumergida. Viene el autobús. Subo. Hay luces dentro. La barra está fría. El asiento está frío, demasiado frío. Miro por la ventanilla. La ciudad sigue en la noche. Sobre las siluetas de los bloques de pisos se insinúa el amanecer, otro día, otro frío. Así hasta la noche, otra noche.

*Escritor