Hay un concurso escolar desde hace cuarenta y un años de divulgación de la figura institucional del monarca y la estructura de la Corona, que cuando yo era pequeña se reducía o a una redacción o un dibujo. Todo se ha complicado mucho más en los últimos años, el concurso ahora es multimedia, abierto al vídeo, la infografía o la robótica mientras el reinado de Felipe VI carga con una herencia de escándalos financieros, evasiones fiscales de su padre y Rey emérito porque, aquí sí, lo personal y lo político van indefectiblemente unidos. Un escolar que se plantee hacer frente a este trabajo lo hará en medio de un bombardeo de noticias sentimentales de una parte de la familia real, que ocupan horas en la parrilla televisiva compartiendo protagonismo con la hija de Rocío Jurado o del último concursante de un reality. Igual la democratización de la Corona empezaba por aquí y no nos hemos dado cuenta de este salto a la posmodernidad. El cordón sanitario que intenta mantener el Rey es incapaz de aislar este torrente de informaciones entre la crónica negra con amigos del Rey emérito en busca y captura por tráfico de armas, coacciones y amenazas a antiguas amantes involucrando a la inteligencia nacional, la sección de tribunales y las variedades. La ejemplaridad es muy importante en cualquier cargo público, pero en el caso de la Jefatura del Estado cuya legitimidad descansa en la Constitución española, pero sin olvidar su legitimidad de ejercicio porque sin esta se vería muy mermada su eficacia, necesita de un esfuerzo para recuperarla.

La distancia entre la imagen institucional que se intenta proyectar y lo que percibimos por múltiples canales es tan profunda, que si los niños sin ningún filtro reprodujeran el batiburrillo de informaciones y opiniones que han procesado, los resultados serían tan disparatados como sinceros. Probablemente le vendría bien a la Casa Real mirarse en ese espejo, obtendrían un buen diagnóstico para cambiar no solo la comunicación propia de hace un siglo, sino para de manera proactiva tomar la iniciativa en las explicaciones que nos son debidas. Tanto daño hacían a la institución las portadas idílicas en la prensa del corazón de hace veinte años como las hiperrealistas que protagonizan ahora. La infancia no es experta en malversación de fondos, delitos económicos o comisiones ilegales, pero tienen un radar finísimo para reproducir las sensaciones de su círculo más cercano. La frivolidad debe dejar paso al rigor institucional, y le es exigible a todo el entorno familiar, si no no hay reinado que lo soporte. Gobernar tu entorno para reinar en el país.

* Politóloga