El día 25 de enero, el Club de Lectura ‘Rafael Balsera’ de nuestra Asociación La Tribu Educa tiene prevista la siguiente tertulia. En este caso se trata del ensayo de Carl Honoré ‘Elogio de la lentitud’, que se publicara por primera vez en 2004. La edición de 2014 viene precedida de una Introducción titulada ‘La Era del Furor’, con una mención a William Dean Howells (1907) que dice «La gente nace y se casa, vive y muere en medio de un tumulto tan frenético que uno pensaría que enloquecerán». Este pensamiento sienta las bases de la argumentación de Honoré para investigar hasta qué punto es cierto y ha originado su antídoto: Elogio del movimiento lento. El ‘Movimiento Slow’ se ha extendido por todo el mundo como reacción a la premisa futurista, que elogia la velocidad como signo del S.XX («Un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia»), y las personas del siglo XXI han podido comprobar sus efectos en todos los órdenes de la vida (slow food, slow cities...).

Hay una corriente, por tanto en nuestras vidas, que pugna por sobrevivir en esta época del furor. Esta corriente la podemos percibir, a veces de modo dramático, en los esfuerzos que realiza el hombre de la gran ciudad para rendir al máximo durante la semana y aprovechar también al máximo los fines de semana y el tiempo libre. De ahí la importancia de los tópicos clásicos que llaman a la puerta: ‘Elogio de Aldea’ y ‘Beatus Ille’ (‘Feliz aquel’), defendiendo la vida aislada y tranquila para conseguir la felicidad.

La pandemia del covid-19 ha puesto este tema sobre la mesa de modo evidente. El atentado a la naturaleza que venimos practicando como sin querer, donde con el objetivo de alimentar a todo el mundo se produce el desfilfarro alimenticio, sin que por otra parte lleguen los alimentos a todas las personas, está produciendo un desequilibrio tal en las especies que nos pide defender el planeta frente a las agresiones más destructivas. La ONU calcula que en 2050 habrá que dar de comer a 10.000 millones de personas en un planeta con recursos alimenticios limitados, para lo cual la producción de alimentos deberá crecer un 70%. De ahí que la sobrepoblación y la sostenibilidad están llevando a que los científicos y la industria alimentaria trabajen en nuevos retos para alimentar a toda la población (cultivo de insectos, microalgas -muy proteicos y poco contaminantes- e incluso la carne artificial). La tecnología incluso ya trabaja en la impresión 3D de alimentos, valiéndose de técnicas como la creación de modelos y estructuras tridimensionales.

En esta carrera por solucionar también los problemas humanos, se sitúa nuestro proyecto de recopilación del patrimonio histórico-educativo, que viene desarrollándose desde 2013. Nuestro alumnado está viviendo la vorágine de la nueva sociedad y no está nada mal que se temple un poco y conozca ‘in situ’ cómo hemos llegado hasta aquí en tan poco tiempo. El conocimiento de los recursos educativos (objetivos, metodologías, actividades, materiales y evolución de los mismos desde el S. XIX hasta la actualidad) se hace necesario para que no ocurra lo que a veces ocurre: que cualquiera de ellos piense que el huevo que comemos viene del laboratorio o de la fábrica sin más, o que tengamos que invertir en fósiles educativos dentro de poco en pro del conocimiento.

* Profesora