En estos tiempos de pandemia y de graves controversias, un amigo contertulio en tardes de café, tras exhaustivo análisis de los acontecimientos que se suceden en España y en el mundo, exclamaba pletórico de optimismo: «¡Que la gente vive bien, Isabel! ¡Que hoy día todo el mundo disfruta de todo!» Ante mi sospechoso silencio, me interpeló un tanto agresivo: «¿Acaso tus hijos no viven mejor que has vivido tú?». Mi discurso, hoy relegado a reflexión, es una suma de interrogantes para las cuales mi respuestas no me dan como resultado el igual del total, ni tan siquiera en aproximación, porque vamos a ver: para empezar, ¿que entendemos por vivir bien? ¿Tener toda clase de artilugios? ¿Engancharnos a la vertiginosa carrera del consumo y vivir inmersos en una insatisfecha vorágine de caprichos? Si así fuera y supuestamente humanos y religiosos que somos todos, ¿acaso podríamos vivir bien, tranquilos, en paz, con el espectáculo del chabolismo -emigrantes, contagiados, muertos, reducción de plantillas y sueldos, subida de los precios, etc. - o no a nuestras espaldas? Los vellos se nos deberían irisar, al menos que vivamos con los ojos cerrados, ante tanta indigencia como tienen que soportar ancianos con una mísera pensión que no les da ni para encender un brasero y para más inri enfermos y solos; ante tanto jóvenes parados que viven de la calle y en la calle; ante tantas mujeres maltratadas; ante tantos niños deprimidos... No tengo nada de fatalista. Por el contrario creo que están por realizarse las fuerzas maravillosas que los hombres contienen dentro de sí mismos, y posiblemente, los mayores gozos están aún por conocerse y vivirse en plenitud, pero por supuesto no pertenecen al reino de lo meramente material, al alcance de algunos bolsillos. El espíritu también cuenta y se alimenta de otro orden de cosas, entre las cuales pesa, y mucho, la conciencia tranquila con respecto a los problemas de los demás que sí son de nuestra competencia, al menos para estar sensibilizados con ellos y no echar con tanta «miopía» las campanas al vuelo y proclamar que la gente vive bien. Generalizar en temas como estos, es, a mí se me antoja, como mínimo, una gran irresponsabilidad. Creo que es bueno mirar para atrás. La «cola» es una buena dimensión para juzgar.

** Maestra y escritora