Hasta por despeñarte con un coche y haber sobrevivido, aunque estés hecho polvo, tendrás que tributar. Tendrás que tributar, aunque quedes mermado, aunque no puedas volver a trabajar ni ponerte de pie, aunque hayas perdido un brazo o una pierna. De la indemnización que se destine a reparar, relativamente, la escalada del daño, la Agencia Tributaria también tendrá su parte. Perdonen el comienzo: es que es así, o al menos podrá serlo, por ahora, según el Anteproyecto de Ley de Medidas de Eficiencia Procesal del Servicio Público de Justicia, que propone que la Agencia Tributaria obtenga un porcentaje de las indemnizaciones por accidentes de tráfico. Han sido precisamente las asociaciones de víctimas las que han advertido que en este anteproyecto se contempla una modificación en el IRPF que afectaría gravemente a quienes padecen este tipo de accidentes y así son reparados, recaudando directamente de sus indemnizaciones. Así, si este anteproyecto de ley sale adelante, las víctimas tendrán que recibir una partida inferior, porque la Agencia Tributaría obtendrá un porcentaje como impuesto. Para Manuel Castellano, presidente de la Asociación Nacional de Abogados de víctimas de accidentes y responsabilidad civil, es una ley de carácter procesal que, en cuanto al fondo, va en contra del principio resarcitorio: que se ha de reparar el daño y solo el daño. No más, desde luego; pero tampoco un veinte por ciento menos para que se lo lleve la Agencia Tributaria.

El concepto en sí supone una equiparación entre que te toque la lotería y sufrir una desgracia que desde un punto de vista no ya sólo jurídico, sino ético, es una indignidad. Y aunque estemos acostumbrados a las indignidades, tanto como al afán no meramente recaudatorio, sino directamente confiscatorio, no por eso deja de llamar la atención. Ya que haya que tributar por ganar la lotería tiene su punto, porque el juego ya tiene su propio impuesto previo y se podría entender que aquí se habla de un doble gravamen. Pero bueno, a fin de cuentas te ha tocado la lotería, has abierto una docena de botellas de champán y has rociado o te han rociado, te has bañado en él, así que puedes tomarlo como ese mal menor que casi siempre acude a socorrernos cuando las cosas marchan demasiado bien. Pero claro, es que tener un accidente y quedarte tetrapléjico no puede equiparse con ganar premio alguno. El principio resarcitorio trata de cuantificar económicamente el valor de tu pérdida. Ya sé que perder a un padre, en el caso de un menor, o perder un brazo, o quedarte impedido para poder no solo desarrollar tu profesión, sino también vivir en las mismas condiciones que tenías antes del accidente, es algo muy difícil de cuantificar: qué valor le pones a poder abrazar con uno o con dos brazos. No se puede, pero se hace. Y se cuantifica. Y por eso se dan esas indemnizaciones: para tratar de paliar, relativamente, el gran perjuicio físico, psicológico, patrimonial, profesional y emocional del daño recibido. Según este anteproyecto, de esa indemnización que se destina a restituir, de alguna forma, aquello que realmente no tiene restitución, la Agencia Tributaria también tendrá su parte.

La medida, de terminar aprobándose, abre también la puerta de la inseguridad jurídica para otro tipo de situaciones. Por ejemplo, que alguien reciba la indemnización de su seguro por la pérdida de su casa o su empresa, en un accidente que puede ser un incendio, o un terremoto, la demolición del edificio de al lado en una obra, o también un volcán, como hemos visto. Pues ahí también se podría meter mano, se marcaría el tributo al sufrimiento ajeno, hasta que además nos sea gravado nuestro propio derecho a respirar.

Llega un momento en que las cosas se salen de la ideología y hasta de la pelea en el lodazal político, que es un estercolero que casi siempre mancha cuando tienes voz propia. Esto no es de izquierdas ni de derechas, no va ni de derecho tributario y responsabilidad civil, sino de un nivel tan básico de humanidad, tan a ras de suelo de la compasión hacia quien sufre, que es alucinante tenerlo que aclarar. Ya habría que debatir si tantas cosas que se gravan son moralmente susceptibles de padecer impuestos, como donar o dejar en herencia, a quien tú quieras, sin que se esté gravando tu deseo. Pero meter mano también aquí, sin ninguna piedad, y proyectar este impuesto al sufrimiento, ya es el saqueo total al ciudadano. Si tampoco ese dolor máximo constituye un límite, que continúe este atraco a plena luz del día.