Los innovadores y, a veces, sorprendentes caminos de la actual política española han conducido en fecha última a la Ciudad Eterna como representante de la Monarquía española ante la Santa Sede a la que fuera hasta hace escasos meses ministra de Educación, la altoburguesa bilbaína y competente catedrática de Lengua y Literatura inglesa de Bachillerato Dª Isabel Celaá. Desde tan envidiable mirador cultural tendrá ocasión de comprobar ‘ad satietatem’ el desvarío singular que implicara desterrar ‘ab irato’ de la Enseñanza Media la etapa de la Romanización, objeto de particular inquina de algunos de los socios del gobierno del que formara parte. En contacto cotidiano e -imaginamos- que gozoso con las realidades artísticas más preclaras que alumbrase el genio creador de los antiguos habitantes del Lacio, reparará -acaso contritamente- en el pecado de lesa humanidad en que incurriera al defender ahíncadamente la desaparición de los planes de estudio medios de un periodo clave y sustantivo del ser histórico español.

Hispania fue a no dudar la región más entrañada por la Urbe en sus vastas conquistas, con fuerza incluso superior a las Galias. Naturalmente, no cabe en manera alguna suponer que en dicha postura ideológica late siquiera en dosis mínimas el rechazo que, por amor a su fiera independencia, manifestaron ante el muy lento avance de las legiones los primitivos pobladores de la indómita Vasconia, en ocasiones traída al recuerdo de los programas y propaganda de los elementos políticos que hodierno en Euskadi se proclaman sus descendientes cara a la «ocupación» española.

En verdad no deberían desplegarse demasiadas expensas exegéticas para alzaprimar sin sombra alguna restrictiva el protagonismo axial de la Romanización en la forja plural y contrastada de la Patria española. En numerosas facetas de su andadura el miliario del que procede la mayoría de los procesos identitarios de nuestra personalidad colectiva. Si España como tal no existía durante la República y el Imperio romano, es imposible dejar de constatar que en su larga presencia en la Península se modularon los principales eslabones de la cadena de su civilización y se partearon sus estructuras fundacionales, todavía presentes en el agitado tumulto de la actualidad. Presuntamente, tal vez Dª Isabel llegue a percatarse durante su estancia en la Ciudad Eterna del potencial destructivo introducido a socaire de un Plan de Bachillerato, ahora asumido aún más férvidamente por su sucesora, en la tensionada convivencia hispana al inaugurarse 2022. El mal, empero, está hecho.

*Catedrático