Antes una caía en un estado de nerviosismo máximo cuando una de sus amigas le decía que tenía que hacerse un test de embarazo y había que buscar un servicio público donde hacer pis en el palito para no dejar rastro de lo sucedido. Ahora esa sensación se ha desplazado a la cola de las farmacias y, de ahí, directamente a los hogares. Caos generalizado por hacerse con test de antígenos reina en todo el país y, mientras, ¡arriba los precios (hasta 10 u 8 euros por test)! Menos mal que el Gobierno ha regulado su precio (y aún así es superior al de algunos de sus vecinos europeos, que los ofrecen gratuitamente en farmacias y centros de salud, como Alemania, Francia y Reino Unido, en los dos primeros demostrando previamente estar vacunado).

¿Es normal que tengamos que vivir con semejante histeria? ¿Dónde quedaron las PCR en los centros de salud y hospitales públicos? Ah, que han recortado aún más en Sanidad Pública. ¡Fiestón! Hemos dejado el cuidado de la salud en manos de la ciudadanía y de los pocos sanitarios que aún quedan en los centros de salud, desbordados y con colas que dan la vuelta a la calle en los últimos tiempos. ¿Qué hacer ante semejante situación? Tomar la sartén por el mango y comprar test de antígenos a tutiplén (me consta que hay gente a mi alrededor que, aun sin síntomas, se realiza un test diario llevado por este histerismo colectivo y el miedo a contagiarse en las colas kilométricas y centros sanitarios), privando de ellos a quienes sí que los necesitan para descartar si están pasando un fuerte catarro o si han cogido el bicho en una de sus numerosas mutaciones.

Caos, histeria, sinrazón, falta de civismo... En Madrid se agotaban los test el mismo día que llegaba el cargamento de los prometidos por Ayuso y farmacia a farmacia colgaban el cartel de «No disponemos de test de antígenos, ni gratuitos ni de pago» y aún así la gente seguía haciendo cola y preguntando en las farmacias, dificultándonos aún más la tarea de conseguir nuestra medicación a los enfermos crónicos, a los que nos es imposible que nos vean en atención primaria a menos que hagamos las dichosas colas. Volvemos a la situación de que solo existe la covid y sus derivados y los demás enfermos que necesitamos control periódico allá que nos muramos de asco mientras agravamos. De nuevo, ¡fiestón!

Ya ni me enfada. Se ha instalado en mí un hartazgo físico y mental que no deja hueco para la ilusión, mientras la ansiedad social coge fuerza. Gritaría de desesperación, pero no tengo fuerza. Se la han quedado toda los de la cola de las farmacias.

*Escritora