Es ya veterana la frase «cuesta de enero» pero no era habitual en los años 40, epilogo de la Guerra Civil. Entonces todos los meses del año eran «cuestas» casi verticales. El racionamiento estaba vigente y la cartilla alcanzaba incluso al tabaco. Mi generación recuerda aquel pequeño embolo para llenar de aceite una botella, artilugio habitual en las pequeñas tiendas de pocos comestibles. La frase «cuesta de enero», coincidió con la entrada en vigor del Plan de Estabilización. Poco antes llegaron las rebajas, de la mano del célebre Pepín Fernández al frente de los grandes almacenes Galerías Preciados. Enero y final del verano eran las dos únicas fechas tradicionales.

Pero este 2022 se inicia si no con la verticalidad de los años «del hambre», sí con cierta dificultad para subirla; y no solo la pandemia es la culpable. El ejemplo de Alemania es encomiable. A causa de la evolución de dicha pandemia, el nuevo Gobierno se ha impuesto la austeridad. Ha echado una mano a los ciudadanos no solo en el número de ministerios del nuevo Gabinete,16, pese a que son tres los partidos de la coalición; también ha bajado ciertos impuestos. No es el caso de aquí, donde sigue el número de ministerios pese a sobrar el de Universidad que podía integrarse en Educación, y, por supuesto, no solo el de Consumo, hay otros cuya funcionalidad es más bien ideológica. Ante las rebajas, no todo el monte es orégano. La confederación Comercio Andalucía ha mostrado su preocupación. El pequeño comercio mira a la «cuesta de Enero» casi como un Everest ya que los consumidores no tienen confianza en el futuro.

*Periodista