En las mañanas de gripe o lluvia de mi adolescencia me hice melómano gracias a una gramola ‘La Voz de su amo’ que tenía una sonoridad estupenda y que yo trataba con mimo, cambiando las agujas con regularidad.

Tuve la fortuna de crecer en una casa en la que los libros y la música estaban presentes. Los libros fueron mis primeros amigos.

Y en música llegué a saberme de memoria el ‘Capricho español’ de Rimski Kórsakov y muchos solos de Marcos Redondo, que ahora puedo escuchar con solo dar la orden a viva voz, nombrando a Alexa, a una como pastilla de jabón que me regalaron mi hijos. Sí, los tiempos avanzan que es una barbaridad.

Algunos viejos afortunados hemos alcanzado a gozar de estas ventajas.

Pero no quiero ni siquiera insinuar que cualquier tiempo pasado fue peor.

Lo que gozamos laboriosamente lo gozamos profundamente.

Lo que yo no sé es si los jóvenes saben apreciar lo que tienen tan fácil. Apreciar y usar, porque a veces desdeñamos lo que tenemos muy a la mano.

Miro de reojo a la televisión que tengo sin sonido y pienso en el ingente caudal de imágenes y sonidos que nos proporciona. Lo malo es que muchas veces, para adormecernos y atontarnos, porque lo que debería ser siempre un instrumento de enriquecimiento lo es a veces de semisueño idiota.

Empecé escribiendo de las mañanas musicales de mi adolescencia y escribo en días cuyas mañanas son afortunadamente musicales para no ser de pandemia

Aquellas mañanas musicales han vuelto a mi vida con la pandemia, que no hay bien que por mal no venga.

Desde luego para mí la vida sin música es inexplicable.

Como nos duelen nuestras inoperancias, a mí me pesa no haber aprendido solfeo ni a dominar un instrumento musical; o a cantar debidamente. Lo que no casa con mis antecedentes familiares, pues en casa de mi padre mi abuela tocaba el piano, mi padre el violín y mis tíos otros instrumentos.

Aprovechemos que ya no es necesario estar pendiente de cambiar el disco y de substituir la aguja para escuchar otra pieza. Hoy nos basta con dar la orden a Alexa, que además de obedecernos nos desea que tengamos un buen día.

No está al alcance de todos rodearse de personas amables, pero sí está al alcance de cualquiera rodearse de cosas amables, que nos hablan como quisiéramos que nos hablara el prójimo

*Académico. Escritor