«Esto no estaba en mi libro de Botánica’ ha sido recientemente premiado por Guadalmazán, sello de editorial de Almuzara Libros. Rosa Porcel nos presenta en su libro este mensaje «Verás que, detrás de cada brote verde, de cada flor o de cada raíz, se esconde una historia increíble». Rosa dedica gran parte de su tiempo a la divulgación científica, un tipo de divulgación que ha llegado a considerarse en la actualidad como un deber cultural y social de los investigadores para crear ciencia. Coincido con ella en que el mundo de las plantas es muy desconocido, ya que desde la educación básica se presta una mayor atención al mundo animal por el atractivo que despierta entre el alumnado. De ahí el error de no sabernos presentar.

Una de las primeras cuestiones que planteo cuando imparto docencia sobre la importancia de las plantas es: ¿Por qué el mundo animal depende tanto del vegetal y no a la inversa? La respuesta a esta consulta se basa en la fotosíntesis, un proceso mediante el cual las plantas fabrican sus propios alimentos, convirtiéndolos en productores primarios en la cadena alimenticia. A través de este proceso particular de las plantas se produce gran parte del oxígeno del aire que respiramos, es decir, sin las plantas no hay vida. Por otro lado, gran parte del mundo animal depende de los vegetales para su alimentación. Por ejemplo, en nuestro caso, gran parte de la alimentación se basa en las plantas y en otros organismos que se alimentan de ellas. Las plantas nos proporcionan, además, lo indispensable para poder vivir, como ejemplo, medicinas, cobijo, fibra, papel, combustible, etc. Pero esta es solo una de las cuestiones que intento presentar como introducción general de la botánica, transmitiendo curiosidad e interés por las plantas. Son muchas otras las cuestiones que van surgiendo al presentar la creación de vínculos que mantienen con los animales y con los hongos, favoreciendo la biodiversidad funcional, presentando, además, las exitosas estrategias que desarrollan para adaptarse a los diferentes climas, suelos y, en general, a los diferentes ambientes que se van creando en este mundo cambiante.

En la actualidad, un tema que despierta gran interés social es la sostenibilidad urbana. El medio urbano se expande de forma rápida, generando un entorno artificial que a veces es difícil de controlar. Los espacios verdes urbanos crean un ambiente más amable en las ciudades, ofreciendo protección solar, acústica y ambiental en el aire que nos rodea, y formando un microclima más agradable para pasear, realizar actividades de recreo y, ojalá cada vez más, para actividades educativas. La belleza de estos espacios se expresa a través de la flora urbana, representada en gran medida por especies ornamentales y exóticas que han sido introducidas conscientemente o de manera accidental.

En nuestra ciudad, los naranjos, plátanos de sombra, almeces y olmos, son citados como los más utilizados. Estos dos últimos son propios de nuestro paisaje natural, pero han sido plantados por su adaptabilidad al ambiente urbano, lo mismo que ocurre con la introducción, cada vez más frecuente, de la encina o el algarrobo, especies que destacan también por su belleza y con las que nos sentimos muy cercanos. Sin embargo, cuando hablamos de nuestros espacios verdes, es algo muy común olvidarnos de gran parte de la flora que ocupa de forma espontánea los espacios libres del diseño urbano. Son espacios que suelen contar con una rica fauna y flora que deben adaptarse a constantes cambios generados por los usos del suelo y, especialmente, por los programas de «limpieza».

Esta flora urbana silvestre, nitrófila y pionera, heredera de parte de la flora que se encuentra en el medio rural, está sujeta a condiciones ecológicas extremas que han ido definiendo un tipo especial de vegetación con especies que tienen las mismas exigencias, pudiendo llegar a generar comunidades vegetales muy interesantes en los espacios verdes de la ciudad, y en las calles, callejuelas, edificios, muros, lugares abandonados, etc. Algunas de estas especies llegan a romper la monotonía de estos espacios por su belleza, como antirrino, achicoria, malva, senecio común, bolsa de pastor, etc., permitiendo presentar a la ciudad como un ecosistema complejo con distintos biotopos sujetos a la evolución de su diseño.

Es importante destacar que estas especies ponen, además, su granito de arena en la mejora del ambiente en la ciudad, comportándose algunas de ellas como bioindicadores sanitarios de estos espacios, o actuando como acumuladores de contaminantes y metales pesados. La ortiga, el llantén, algunas gramíneas son solo algunos ejemplos de especies que sirven para controlar la contaminación atmosférica. Por todo ello, siempre trato de recomendar a nuestros estudiantes que paseen por nuestra ciudad de otra forma, es decir, observando y disfrutando del paisaje que les rodea, considerando a nuestro ecosistema urbano como un espacio verde y sostenible, para aprender lo que «No aparece en su libro de Botánica».

*Catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba