Una de las más bellas definiciones que se han dicho sobre la Navidad, ha salido hace poco de los labios del papa Francisco: «La Navidad es un encuentro con un Dios que entra en nosotros para hacerlo todo nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida. Un encuentro cara a cara, entre Dios que nace niño en un pesebre y uno mismo». Y este encuentro, podemos añadir nosotros, contagia otro virus, el de la alegría, la ternura, el cariño, el ponernos las pilas para llevarnos mejor, estar atentos al que sufre y nos necesita. La Navidad es ese encuentro que se convierte en «escuela de humanidad». En un pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No le encontraremos entre los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular, sino en lo pobre y pequeño. Vayamos a Belén, volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado. Dios es tan humano que se ha hecho uno de nosotros. No estamos solos. La humanidad no está abandonada. Todo cambia cuando el ser humano se encuentra con Dios y se siente acompañado por él. Aunque las redes sociales parecen tener hoy la última palabra, siguen llegando christmas por correo postal, esas tarjetas multicolores con paisajes navideños, en las que siempre brilla con especial luminosidad algún mensaje profundamente cristiano. Por ejemplo, el christma de los formadores y seminaristas de los Seminarios Mayor y Menor de san Pelagio, que nos ofrece el más hermoso texto bíblico, relacionado con la Navidad: «Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio». Es la Palabra que se hace carne y habita entre nosotros. Por ejemplo, el christma del obispo de la diócesis, monseñor Demetrio Fernández, deseándonos a todos una «feliz y santa Navidad 2021», con un texto de san Juan de Ávila: «Allegaos al pesebre y pedidle con fe: Señor, pues que tú te ablandaste, ablándame a mi el corazón». La felicitación navideña del presidente y la junta rectora de la Real Academia de Córdoba y Fundación Pro RAC, José Cosano Moyano, adornada con la escena de la Anunciación y con una estampa navideña, ‘Melodías de esperanza’, de José María Molina Caballero, cuya primer estrofa dice así: «En la Navidad germinan/ las flores de la esperanza,/ sus pétalos son aromas/ que destilan nuestras almas».

Y quiero recordar también un christma especial, diseñado por Sara Aranda, en plan familiar, con el portal de Belén, del Convento de Santa Clara, de Belalcázar, y este hermoso texto: «La Navidad la hizo Dios: La familia y amigos la hacen bella. La música la hace festiva. Compartir la hace alegre. Amar la hace completa. ¡Feliz Navidad!». La primera Navidad de la historia se celebró hace ya más de dos mil años, en un portal de Belén. Tuvo tres personajes que se repiten, de nuevo, en nuestro tiempo. El posadero de Belén, que cierra las puertas de su posada a la Sagrada Familia, porque no hay sitio para ellos, como subraya el evangelio. El posadero se perdió el premio gordo de la lotería de la creación, al no permitir que Jesús naciera en su posada. El segundo personaje, Cesar Augusto, que hace público el edicto del empadronamiento, pero no se entera de la llegada al mundo del Mesías. Y por último, los Magos de Oriente, hombres dedicados al estudio y las ciencias que se convierten en «buscadores de Dios», tras ver la Estrella y decidir seguirla. Sería triste que en pleno siglo XXI continuáramos «cerrando la puerta a Dios», y triste que no percibiéramos la presencia del Mesías, en el mundo. Los «signos de los tiempo», de los que tanto habló Juan XXIII, nos invitan a ser también «buscadores de Dios», para encontrar a Jesús, el hijo de Dios que se hizo «aguinaldo del cielo» para toda la humanidad.

*Sacerdote y periodista