El solsticio de invierno forma parte de los ciclos que afectan a la Tierra. Solsticio, del latín «sol quieto»; parece que el Sol se ha detenido. Las saturnales romanas en honor de Saturno, dios de la Agricultura, se celebraban durante el solsticio de invierno. Fiestas populares, entre el 17 y 23 de diciembre, que los ricos celebraban regalando abundante comida y bebida, manera de hacer más llevaderas las larguísimas noches de invierno. Hoy día hay personas que solo se asoman al solsticio –sin saber qué significa- con objeto de echar un tupido velo sobre la tradicional Navidad.

Los niños de la cercana postguerra, a la que yo pertenezco, la Navidad iba unida al Nacimiento. Ponerlo era como un juego y de aquella lejana cena familiar solo recuerdo las torticas. No tengo la más remota idea de donde se encontraban los mariscos o las piernas de cordero actuales: brillaban por su ausencia. Eso sí, recuerdo la «misa del gallo» y ya adulto no olvido la de una Nochebuena en la iglesia del Monasterio del Escorial. Comprendo que los países nórdicos tengan sus tradiciones subliminalmente unidas a lo religioso. No faltan las leyendas y la nieve forma parte del paisaje envuelto en villancicos con música celestial. Lucía, la muchacha sueca, simboliza la esperanza en el regreso de la luz después de la larga oscuridad del invierno. Se dice que en la madrugada del día 13 de diciembre, a los suecos los despierta esta muchacha que lleva sobre la cabeza una corona de velas. Los niños alemanes esperan a San Nicolás: llega de España. Los Reyes Magos no se mueven de su tumba en la catedral de Colonia.

*Periodista