Lo de Juana Rivas parece increíble. Mejor dicho, lo del juez de ideología ultraderechista, que se ha opuesto a una excarcelación que hasta su propio exmarido ha defendido, tras el indulto parcial del Gobierno, con argumentos en su resolución que dejan mucho que desear y que más parecen un claro pulso al Ejecutivo.

Un juez que no se priva de hacer crítica política al Gobierno de España, en sus redes sociales, con unos «argumentos» burdos y de un estilo más propio de gente iletrada que de todo un magistrado de carrera. Es evidente que alguien que actúa así no parece que pueda administrar justicia con ecuanimidad, pues sus propios actos públicos lo delatan. Se imaginan ustedes que fuera al revés y el Gobierno se dedicara a criticar con ese mismo estilo «literario» al susodicho? Seguramente que el Gobierno de los jueces -sí, esos que están en funciones desde hace años- lo ampararía y hasta pondría el grito en el cielo, en plan corporativista.

El propio Pedro Pacheco, alcalde andalucista de Jerez de la Frontera, hace más de treinta años sufrió en sus carnes una inquisitorial condena por simplemente decir que «la justicia era un cachondeo». Algo que hoy suena a una broma, ya que se ha demostrado que aún es mucho peor y más grave, pues no es que no funcione la justicia (que también) sino que lo hace a base de muchas resoluciones ilógicas y hasta presuntamente prevaricadoras.

España tiene un problema muy grande en los juzgados, con la politización de los jueces ultraconservadores. Trasladan sin ningún tipo de pudor su ideología a sus resoluciones, orillando las propias leyes. Fe de ello pueden darlo desde el feminismo, la diversidad sexual o la integración racial. Todo esto se ha convertido en un gran problema, que yo diría que es «de Estado». Creo que, dado los acontecimientos, es necesario respuestas contundentes, tanto desde la ciudadanía como desde las instituciones.

Lo que está ocurriendo, entiendo yo, no son meras anécdotas, ni producto de casualidades. Lo del pulso del PP sobre el Consejo General del Poder Judicial, dejando tres años ese órgano sin renovar, porque les conviene para beneficiarse política y judicialmente, así como la aparición de sus «primos hermanos» de Vox, ha envalentonado aún más si cabe a todo el espectro de las derechas más recalcitrantes. La clarísima coincidencia entre ciertos partidos y algunos jueces es clarísima, clama al cielo y merece una respuesta de todos los demócratas. Costó mucho llegar a donde llegamos, para que toda esta pléyade de políticos y magistrados de nuevo cuño, pero de viejas y rancias ideas, nos lo arrebaten.

¿Se puede tildar todo lo antedicho de franquismo judicial? Al juicio y razonamiento de los lectores lo dejo.

** Diplomado en Ciencias del Trabajo