Defender la lengua española en Cataluña y cerrar los ojos, ante su degradación o su suplantación, en las demás ocasiones y lugares. Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Ser el adalid de la defensa sincera de una lengua que, a pesar de ser la segunda en uso en el mundo, es continuamente despreciada, minusvalorada y ninguneada en casa, o hacer la pose del ofendidito en redes sociales, discursos parlamentarios y ruedas de prensa, haciendo de su defensa únicamente un argumento político de oposición? No es solo que en Cataluña, y de manera creciente en otras regiones, el Gobierno y la alta inspección educativa del estado no haga nada. No es solo que no se respeten sentencias judiciales y resoluciones inapelables. No es que no se tomen medidas disciplinarias contra quienes conculcan desde hace décadas el respeto a la Constitución en lo que a políticas lingüísticas y su desarrollo se refiere. No es que los ahora ofendiditos pertenezcan a partidos que (también ellos) han pasado por las horcas Caudinas de la humillación ante las exigencias nacionalistas si querían gobernar en su momento. No, no es solo es eso, que también. Es, y sobre todo, la interiorización que ha asumido ya una gran parte de la ciudadanía de que a la lengua se la puede ultrajar cómo y donde se quiera, que se puede atentar contra unas normas que no son imposiciones sino aclaraciones de uso siempre en pro de la correcta comunicación. Y, como pasa en las guerras, el enemigo le abre varios frentes para debilitar sus defensas. Si no teníamos pocos abiertos ya en lo que es guerra abierta contra la lengua española con ataques regionales y sectoriales (feminismo radical, jerga politiqués, teléfonos móviles, redes, y lenguaje periodístico y educativo de importación, etc.), asistimos cada día al chorreo de una publicidad donde los buzones de Navidad ya van dirigidos a Santa (Claus), donde en El Corte Inglés sólo encuentras Welcome y Merry Christmas, y en la que los coches y otras productos apostillan siempre su nombre con un lema en inglés. Y luego algunos no entienden que en Madrid se haya instituido la Oficina del Español. Debería abrirse una así en todas partes.

*Escritor