Si con las aljabas cargadas de alquitarada información resulta harto difícil penetrar y desentrañar -al menos parcialmente- las claves de los diversos procesos históricos, frisa en lo imposible el hacerlo desde una raquítica plataforma informativa. Con datos y noticias abundantes acerca del desenvolvimiento de un tema importante del pasado cabe acometer su análisis con cierta esperanza de éxito. Sin ello, es quimérico. El voluntarismo, tan respetable y hasta empático no pocas veces, se visibiliza aquí por entero utópico y estéril.

Pese a ello, la penúltima titular del Ministerio de Educación, una muy afable y animosa catedrática bilbaína de Instituto, consideraba que los alumnos y alumnas de tal grado docente, debían centrarse, previo repudio de fechas y acontecimientos destacados del ayer, en aprehender el núcleo fuerte de la disciplina de Clío, el sentido final de los avatares y construcciones del pretérito, cercano o distante cronológicamente. El recurso omnipresente al procedimiento memorístico, la posesión de cuantos eventos y sucesos de ese ayer fuese mayor en los estudiantes de Secundaria se evidenciaban, a su juicio, obstáculos insalvables para una correcta y provechosa enseñanza de la Historia.

Posición tan extremosa tenía sin duda algún derecho a la comprensión dada la índole profesional de la por entonces responsable máxima de una Cartera ministerial tan destacada en todo tiempo y lugar como la de Educación. Una especialista en Filología Moderna como ella podría desconocer algunas pautas del oficio de Clío; pero ninguna cultivadora de las Humanidades en cualesquiera de sus ramas puede ignorar que en ninguna de estas es agible adquirir sus conocimientos básicos sin los datos más plurales y contrastados. En Historia, desde luego, no hallará autor alguno, desde los próceres de la materia hasta el machadiano modesto profesor de un Instituto rural, desde los seguidores del método marxista más estricto hasta los positivistas de la vieja ortodoxia, que no se muestre ardido defensor de la erudición más extensa y acendrada para descubrir y asimilar las lecciones más hondas y descollantes de la Historia, sobre cuyo telón de fondo se proyectan de modo ineluctable los acontecimientos de la más candente actualidad.

Un ejemplo descollante y acaso suficiente para la debida y condigna ilustración del tema glosado: cara a los inminentes sufragios presidenciales franceses, sus diversos candidatos apelan sin temor al cansancio a la evocación o reviviscencia del más remoto ayer del Hexágono, en orden a fundamentar sobre sólidos pilares las líneas maestras de sus respectivos programas. Conforme es bien sabido, la emigración se erige en cuestión capital de sus ofertas de gobierno. Únicamente desde la Historia es dable situarse con un mínimo de rigor frente a temática tan insoslayable hoy en el presente de Francia como en el de otras muchas naciones europeas, entre ellas, obvio es, la nuestra...

*Catedrático