En estos tiempos de democracia a veces presumimos demasiado de medidas en pro del avance de los históricamente desfavorecidos. Lo digo porque nos negamos a aprender del pasado si este se vivió en un periodo no democrático y no damos la más mínima oportunidad a sacar algo bueno de aquel entonces; pero lo bueno florece hasta en la adversidad. Porque durante el periodo franquista hubo aciertos que, aunque se encuadraban dentro de un sistema inquisitivo, no dejaron de ser medidas brillantes protagonizadas por personas coherentes que simplemente les tocó vivir esa época. Hay que mirar para atrás no solo para reclamar o denunciar lo malo para que no vuelva sino para imitar lo bueno y recuperarlo. Lo digo porque si no contamos aciertos del pasado para no reconocer ningún mérito a un sistema dictatorial corremos el peligro de amar a la democracia de una forma fanática y caer paradójicamente así en las redes de la arbitrariedad. Y hoy quiero recuperar una medida de discriminación positiva ejemplar aun habiéndose decidido en un sistema antidemocrático. Y lo hago a ver si podemos imitarla para permitir que un grupo históricamente perseguido y marginado como ha sido la etnia gitana, se le pudiera crear un mecanismo más fácil para que sus jóvenes pudieran acceder a los Cuerpos de Seguridad del Estado o al Ejército. No hay más memoria histórica que la verdad. Y les voy a contar, no lo que le han contado a mi familia sino lo que mi gente vivió de primera mano: en el protectorado español de Marruecos, con respecto a los gitanos que vivíamos allí, las leyes españolas nos favorecieron más que en ningún periodo de la historia y no nos privaron de nada por el hecho de ser gitanos. Es más, allí ocurrió justamente lo contrario a lo que establecieron pragmáticas de siglos anteriores cuando a los gitanos se nos arrojó al pozo de la marginalidad al privarnos de nuestros oficios que por eso tuvimos que pasar a la clandestinidad considerada entonces delincuencia. Y de aquellos polvos estos lodos. Sin embargo, en aquella preciosa y tolerante Larache española de los cuarenta y cincuenta, ocurrió lo contrario y todos los gitanos que conocían el oficio herradores de caballos, lejos de privarles de su pericia y mandarlos al campo como en la Edad Media, se les ofreció entrar en el ejército en caballería y lo que fue más maravilloso, acorde a la especialidad que gozaban, con el rango de Brigadas y todo lo que ello conllevaba: sueldo fijo, paga por jubilación, respeto social... ¡Y que guapos y elegantes estaban todos ellos vestidos de gala caminando por aquella preciosa Plaza de España larachense! Tome nota la actual democracia de lo que es una medida inclusiva total y sin complejos porque yo al menos hasta hoy no he visto nada parecido.

* Abogado