Cuando en el año 2018, Pablo Casado ganó el congreso nacional de su partido, con «el PP ha vuelto» , poco debía imaginar que la vuelta iba a ser tan redonda que le iba a dejar cuatro años después exactamente en el mismo lugar en el que se encontraba Rajoy en ese momento, abandonado por el sector rigorista de los conservadores que se empeñaban en autoproclamarse liberales. La herencia aznarista revivió en ese congreso, se rearmaron los dirigentes de la FAES, los líderes regionales que se habían sentido abandonados en sus asuntos de corrupción y las nuevas generaciones que echaban de menos las identidades morales de un Gobierno en exceso tecnocrático.

Los dos años en la oposición empezaron con la guerra total en todos los frentes, parlamentario, judicial, comunicativo frente a un Gobierno considerado ilegítimo por sus alianzas independentistas, bildu terroristas y su esencia populista radical. Pero esa estrategia se ha ido abandonando con el paso de los meses, el fin de los estados de alarma, y la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado con 189 votos a favor, 34 más que la suma de los diputados de la coalición. Hasta García Egea propició una renovación parcial de los órganos constitucionales, sapo incluido, pero con la mirada al medio plazo porque el Tribunal Constitucional se ha convertido en el quinto poder.

La labor de fontanería de Génova para llevar al traste la moción de censura en Murcia del PSOE y Ciudadanos resultó ser un éxito a corto plazo, pero sin calibrar bien las consecuencias madrileñas y el reforzamiento de su lideresa. No hay nada que empodere más a un político que las victorias electorales, más si son casi por aclamación en un momento muy polarizado y con el presidente de tu partido responsable de las ultimas cinco derrotas en un año, como le recordó Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.

Las mismas herramientas que se usaron contra la dirección nacional del PP por las fuerzas nacionalistas y de izquierda, utilizan ellos contra sus disidentes internos, advirtiendo de la cercanía de Ayuso a la ultraderecha. Ellos que pactaron los gobiernos de Andalucía como disparadero de con Vox pero sin ellos. Los liberales de Aguirre, Cayetana Álvarez de Toledo, Miguel Ángel Rodríguez o Carlos Iturgaiz ven a Casado como un líder melifluo e indefinido en lo ideológico. Los sectores a la contra que aúpan a un candidato solo para expulsar al actual, le vuelven a desplazar cuando encuentran mejor y más obediente relevo. Al grupo de damnificados de los marianistas hay que sumarles los casadistas y no serán los últimos, los tiburones de la política viven de devorar a los compañeros.

*Politóloga