¿Cómo despedir a la persona que te movió a escribir, cuyos libros has devorado una y otra vez y que sirvieron de punto de partida para convertirte en la persona que eres? ¿Cómo decirle adiós a la escritora preferida de mamá, que después se convertiría en la mía? La noticia de tu muerte me dejó paralizada. No sabía reaccionar. Tan solo acerté a coger todos tus libros y rodearme de ellos para intentar que me abrigaran. Necesitaba comprobar que estaban ahí, que todo lo que escribiste, que todos los personajes que me acompañaron durante años eran reales. Los abracé y empecé a llorar.

No fui capaz de acompañarte en la multitudinaria despedida cargada de libros como pancartas. Aún no estoy preparada para asumir que te has marchado, pero ambas sabemos que habría llevado ‘Atlas de geografía humana’ -ahí estamos todas, el vínculo entre las mujeres, nuestras complejidades y desdichas-. Pero me alegra saber que tuviste la ida que te merecías, rodeada de amigos y lectores, de tus libros, claveles rojos, banderas del Atleti y la República, abrigada por ‘La Internacional’ y ‘Noches de boda’ de Sabina con Chavela Vargas, y que descansarás junto a Dolores Ibárruri, una más de aquellas a quienes defendiste.

Te encomendaste la impagable tarea que tanto necesitábamos: contar esa guerra interminable que aún nos divide. Que se te niegue la posibilidad de ser Hija Predilecta de tu ciudad es una muestra más de ello, de que sigue vigente esta grieta que nos separa; que se te dedique una calle no es suficiente reconocimiento para todo lo que nos has aportado.

Vine a Madrid con 17 años para quedarme porque era tu ciudad y quería que fuera la mía, ansiosa por conocerte. Y vaya si lo conseguí. Hasta te llevé a mi colegio mayor para un encuentro literario, te recogí de casa, me diste tu teléfono... Ahí me apodaste «la candorosa». Luego continué yendo a verte cada año a la Feria del Libro. Y seguiré guardando tu número de teléfono en mi móvil para sentir que estás, tus libros seguirán presidiendo las estanterías de todas mis casas y, como aventuraste, he encontrado mi sitio en el mundo: tu ciudad es la mía ahora.

Lo siento, querida Almudena, no puedo despedirme, no quiero. Jamás podré. Significas demasiado, sigues aquí en mí. Nada de corazón helado para mí: eres calor de hogar. Ahora, como aventura Luis García Montero, comienza nuestro invierno. Yo te sigo recitando su Dedicatoria: «Si alguna vez la vida te maltrata,/ acuérdate de mí,/ que no puede cansarse de esperar/ aquel que no se cansa de mirarte».

*Escritora y periodista