En la triada de ciudades marítimas que aún quedan por comparecer en el presente retablo, Málaga es desde todos los ángulos la más importante. En la actualidad, refrendando tal condición, se dibuja como la indiscutible capital de Andalucía en el plano económico y uno de los centros neurálgicos del Mediterráneo del siglo XXI. Dada la incertidumbre que envuelve el porvenir material y social de la España hodierna todo lo que se haga desde las instancias gubernamentales madrileñas y autonómicas en pro de su potente y equilibrado desarrollo recibirá el apoyo incondicional de la ciudadanía responsable.

Como una muestra más de la envidiable conjugación de los principales factores que impulsan el progreso material su vanguardismo artístico acapara las portadas de las revistas culturales españolas y europeas más sobresalientes, con espectáculos y representaciones siempre del máximo nivel. Un sólido y rico tejido de instituciones y organismos consagrados a nivel local y provincial -Ronda, Antequera, Marbella- al fomento de cursos universitarios y actividades intelectuales del mayor crédito completa un cuadro con muy pocas réplicas en el panorama español de nuestros días,

Incluso en la temática abordada aquí en los últimos artículos de una serie ahora concluida, la ciudad del Guadalmedina constituye un peraltado ejemplo de equilibrio y armonía. Dos de sus nombres contemporáneos más ilustres reciben cuotidiana y fehacientemente muestras de recuerdo y gratitud de parte de sus habitantes. Pablo Picasso (1881-1973), claro es, es objeto del lado de sus coterráneos actuales de un verdadero culto no solo artístico, sino también cívico. Su inigualable personalidad imanta innumerables vocaciones pictóricas en una ciudad que lo idolatra como su genio creador y tutelar en el campo del espíritu.

En otra dimensión esencial de este, en el religioso, el santanderino D. Ángel Herrera 0ria (1886 -1968) impulsa a muchos años ha de su muerte una fuerte corriente de cristianismo dinámico y ambicioso, insertado en el mejor talante del Vaticano II, lejos todavía de haber agotado su savia más genuina. La admiración y el afecto que suscitan en el pueblo malagueño la figura del Cardenal por excelencia del catolicismo social español es fenómeno singular en el marco de la cristiandad española. Su obra es venerada por muy amplios sectores de las clases populares de una ciudad que entrañó como suya la idea básica del apostolado de un testigo del Evangelio al que muchos malagueños le otorgan ya la naturaleza de santo.

En su categoría de laico no poco malagueños de los últimos decenios incluyen a la noble personalidad del notario D. Blas Infantes (1885-1936) en el santoral de sus próceres contemporáneos. Pese a que la política tiende a desfigurar los verdaderos rasgos de sus protagonistas y a que la polémica se ha apoderado de algunos de los ejes de su biografía, la simpatía semi-generalizada que la envuelve en numerosos malagueños revela a las claras el valor y presencia de la gratitud en la población malagueña de un presente repleto como todos de incógnitas, pero al que la posesión de los valores referidos aporta un escudo a la vez protector y rampa de lanzamiento hacia un porvenir colmado igualmente de ventura y perspectivas ilusionantes.

*Historiador