Cada 4 de diciembre las personas que nos sentimos hijos e hijas de nuestra bendita Andalucía rememoramos y recordamos aquel 4 de diciembre de 1977, día en el que el pueblo andaluz, sintiéndose nación, alzó su voz para reivindicar la solución de sus graves problemas y carencias. El 4D marcó un antes y un después en la conciencia colectiva de los/as andaluces/as. La bandera verde y blanca (la Arbonaida) y el himno de Andalucía acompañarían siempre las manifestaciones y reivindicaciones del pueblo andaluz.

Córdoba y Andalucía siguen padeciendo muchos problemas socioeconómicos, situadas en el furgón de cola de España y de Europa. Una flagrante relación de hechos así lo demuestran: de los quince barrios más pobres del Estado español (con las rentas medias más bajas), doce se encuentran en Andalucía y cinco en Córdoba; de las quince grandes urbes españolas con más paro, doce son andaluzas, entre ellas Córdoba. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2021, la tasa de desempleo femenina en Córdoba es de un 28,9%, lo cual la sitúa 11 puntos por encima de la masculina (17,8%), la octava más elevada del país. La tasa de paro juvenil en la provincia se sitúa en el 40,80%. Esta dramática situación laboral ha provocado que más de 10.000 jóvenes se hayan marchado a trabajar en un año fuera de Córdoba. Si miramos a la población más envejecida, la pensión media de los/as cordobeses/as es de 860 euros, la sexta más baja del país.

Siendo una ciudad y una provincia con las tasas de paro más elevadas, con uno de los mayores porcentajes de parados de larga duración de Andalucía y con algunos de los barrios más pobres de toda España, a pesar de ello, el coste de la vida de la ciudad de Córdoba es de los más altos de Andalucía. Ante todas estas circunstancias no nos debe extrañar que el 87% de los municipios cordobeses haya perdido población en una década. La provincia de Córdoba ha pasado de tener 803.998 a 781.451 habitantes en 2020.

El 4D es indisoluble de nuestra lucha por una vida más digna que equipare en igualdad a las personas más empobrecidas de nuestra tierra. Para ello urgen unos presupuestos de las Administraciones públicas que apuesten por los territorios más desfavorecidos. No se puede permitir que se siga desmantelando el exiguo tejido industrial andaluz, además de apoyar todas las iniciativas creadoras de riqueza y trabajo, respetando el medio ambiente. La economía de Andalucía no puede reducirse al turismo y a los servicios. La apuesta por la investigación científica y la formación laboral son fundamentales para el futuro de nuestra juventud. Junto a ello la Junta de Andalucía está obligada a mantener y potenciar la educación y sanidad públicas, máximas garantías de la población andaluza.

Para conseguir todos estos objetivos, se hace necesario un gran movimiento social andaluz del que surjan partidos políticos y sindicatos cuyos representantes no estén a las órdenes del centralismo de Madrid o de Bruselas. De nada sirve tener decenas de diputados en el Congreso o en el Parlamento europeo si no están al servicio de los intereses de Andalucía, que no es otro que trabajar por la identidad de un pueblo que quiere salir del empobrecimiento crónico que lleva padeciendo demasiado tiempo.

*Profesor, escritor y miembro de la plataforma Andalucía Viva