Son los hijos del Estado del bienestar con la mente abierta a un mundo globalizado. Nativos digitales, les caracteriza su uso masivo de las redes sociales y su cercanía innata con la comunicación y la tecnología digital. Una generación bien formada académicamente, empujada por la crisis económica al emprendimiento y a la creatividad. Y en el caso de ser asalariados, adaptados a la exigencia de la movilidad laboral, a la flexibilidad. Representan el 45% de los desempleados en España, con las expectativas de quedarse en casa o la emigración, 350.000 lo han hecho.

Se encuentran en los niveles más altos de desafección política y religiosa registrada para cualquier generación. Han llegado a la edad adulta con bajos niveles de confianza social, solo un 19% (la mitad que sus generaciones anteriores) opina que la gente puede ser de confianza, lo que los lleva a uno de sus rasgos esenciales, el individualismo. Eso sí, crean su propia red de afinidades; han sido los pioneros en el uso de las nuevas plataformas de la era digital de internet para construir grupos de afinidad.

Desde una posición de transversalidad hay un colectivo muy importante en número, que fueron los principales perjudicados por la crisis de modelo económico no solo en España, pero aquí con especial crudeza, los ‘ninis’. No son un grupo uniforme ni permanente, es más bien una situación transitoria de jóvenes que se encuentran fuera del mercado laboral y del sistema educativo, fuera de cualquier expectativa social. Viven en la parte más desfavorecida de la brecha social generada por la crisis económica, obligados a mantener un ocio obligatorio, impuesto y frustrante que genera una falta de motivación tanto por el trabajo como por los estudios.

El 25% de los jóvenes españoles de entre 15 y 30 años ni estudia ni trabaja frente al 15% de la media de la OCDE. El boom inmobiliario de finales de siglo pasado dejó una brecha generacional que todavía persiste. Los que abandonaron sus estudios para entrar en el mercado laboral en plena burbuja inmobiliaria para dedicarse al sector de la construcción son los que engrosaron la generación ‘nini’. La siguiente generación corrigió y adaptó sus actuaciones. Los jóvenes entre 16 y 24 años nunca llegaron a estas cifras, la lenta recuperación del empleo y la vuelta a la prolongación de los estudios ayudó.

Unos como otros, coinciden en la ausencia de un proyecto propio de vida como elemento aglutinador, hijos de la cultura de la inmediatez y la indefinición. Ante los cambios en el espacio público (globalización, precarización) estos jóvenes con menos herramientas para la adaptación al cambio son los principales perjudicados.

* Politóloga