Los tiene la finca El Cotillo, del amigo Antonio Barasona, aledaña al pantano de San Rafael de Navallana. Incluso la Administración la tiene adscrita al programa de su procreación en cautividad. Tiene instalado un gran corral, que ahora está desocupado y con la puerta abierta.

No he tenido la fortuna de verlos nunca en vivo y en directo. Tan solo el lugar exacto en que cada día defeca un ejemplar. La presencia de excrementos renovados da fe de vida del animal. Me he tenido que conformar con las imágenes registradas en las cámaras automáticas diseminadas por la finca; alguna muy bella, como una con un lince con un conejo atravesado en la boca.

No sé que se haya repoblado la finca con conejos, que es lo que el lince necesita, pero la Administración hace frecuentes sueltas de perdices, que apeonan tranquilamente por los limpios, camino de los comederos a poco que guardemos silencio y nos estemos quietos. También ignoro si estas sueltas se hacen con .vistas a las águilas. Porque anida en los riscos una collera de águilas imperiales que frecuentemente sobrevuela nuestros peroles. Con los prismáticos compruebo que no se trata de los buitres, que también nos visitan en las alturas.

Como mi alma es muy campera, disfruto intensamente en este campo.

Y pienso que este disfrute podría ser mayor si aumentara mi capacidad auditiva con audífonos, como aumento la capacidad visual con los prismáticos.

Con ellos podría captar mejor el zureo de las palomas, el arrullo de las tórtolas, la agudeza del canto agudo de los jilgueros, el piar de los pajarillos que anidan en la zona, el cantar piano de las perdices… En suma, gozar de los sonidos tanto como ahora gozo de las imágenes; que la vida es imagen y sonido.

Y es que hay que disfrutar la vida a campo abierto.