Salvo la jiennense, las tres ciudades andaluzas que aun no han comparecido en este retablo de presencias y olvidos en su fisonomía actual tienen el común denominador de su índole marítimo. Una de ellas -Málaga- reviste en el presente el carácter destacado que ya poseyó en otras etapas de nuestro ayer, al tiempo que Almería y, en especial, Huelva muestran ya sobrados títulos para erigirse en puertos de referencia muy singular en el próximo futuro.

Dicha tonalidad les presta, indudablemente, una nota cultural si no común o similar, sí, desde luego, semejante, distanciándolas de la capital del Santo Reino, cabeza de la provincia más abierta a Castilla de todas las meridionales. Más recatada, ahonda tal vez por ello la lejanía del afecto y memoria de sus personalidades del más reciente ayer. El anciano cronista recuerda al efecto el olvido en que yace la figura egregia de D. Juan de Mata Carriazo (1899-1989), universitario de altos quilates cuya glosa biográfica ejemplificaría de modo admirable los jalones más destacados del Alma Mater nacional. Una muy benemérita y modesta Asociación de la capital, consagrada al enaltecimiento de los valores y grandes mujeres y hombres del patricio solar jiennense, se afanó no ha muchos años atrás en difundir las numerosas virtudes profesionales y cívicas que adornaron al eximio medievalista. No obstante, la carencia de medios materiales impidió el arraigo y extensión de tal cruzada cívica. Un coterráneo y, en parte, coetáneo del inolvidable catedrático de la Universidad Hispalense, D. Antonio Flores de Lemus (1876-1941), tal vez el hacendista más descollante de la historia española de los dos últimos siglos, se ofrece, y más peraltadamente que el Prof. Carriazo, como señal o signo indesmentible de la desmemoria que empaña, a la vez que atrofia, el clima intelectual y ciudadano del Jaén contemporáneo. A pesar del permanente recuerdo y el ahincado trabajo desplegado en torno a su obra por el antiguo director de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas -el sobresaliente estudioso de la historia económica española novecentista, el asturiano Juan Velarde Fuertes-, y la no menor dedicación historiográfica y afectiva que le consagrara el palentino sevillanizado D. Ramón Carande y Thovar (1887-1986), el verdadero rector de la Hacienda nacional desde la etapa final de la Restauración hasta la guerra civil de 1936, D. Antonio Flores de Lemus, es en nuestros días un desdichado ejemplo más de los innumerables que cabe traer a la memoria, de la excruciante ingratitud que sus coterráneos andaluces manifiestan ante la obra y personalidad de mujeres y hombres que en el reciente pasado iluminaron y engrandecieron las páginas de la Historia de España.

Por desgracia y a mayor abundamiento, no es otro el panorama que es dable contemplar en la Andalucía marítima, según se comprobó, hèlas, en un artículo precedente de esta serie y se verá ratificado en su siguiente y postrero.

*Historiador