Con esta escueta expresión en lengua inglesa (’a Spaniard in Philadelphia’), y a modo de aldabonazo, una persona que no quería revelar su identidad comenzó a publicar a finales del siglo XVIII una serie de artículos calificados como panfletarios «pro la causa republicana e hispanoamericana», en el más prestigioso órgano de información de la ciudad de Filadelfia, Aurora and General Advertiser.

La intención del redactor, que no era periodista ni corresponsal, pretendía llamar la atención en la entonces capital de la nación sobre los movimientos independentistas de las colonias: Nueva España (Méjico), Nueva Granada (Colombia y Venezuela), Perú, e incluso en el cono sur el Río de la Plata (Argentina), todos ellos ricos virreinatos bajo la dominación borbónica.

¿Quién era el atrevido «reportero» que ocultaba su nombre? Tardaría aún algún tiempo en revelarlo, y cuando lo hizo, lo fue con un falso apellido, pues bautizado como Manuel Truxillo se hacía pasar por Manuel Torres, indicando tan solo que era español y que vivía en Filadelfia. De aquí el enunciado con el que rotulaba sus ardientes colaboraciones en prensa.

La figura de Manuel Truxillo o Manuel Torres ha desencadenado desde muy antiguo una cascada de opiniones, en gran parte inexactas o erróneas, en cuanto a los más elementales datos de una persona, como son el lugar y la fecha de su nacimiento. Respecto a la primera de estas referencias se ha afirmado que Manuel Truxillo vio la luz en Córdoba, en el Sur de Córdoba, en Baena, en la villa de Priego, incluso en Tenerife. La misma fluctuación se proyecta sobre el segundo de estos pormenores, atribuyéndole como circunstancia temporal de su natalicio la de 1762, 1764 o 1767, decantándose oficialmente por la segunda de estas tres fechas, 1764, que es la esculpida en la lápida que le fue descubierta en el año 1926 en la fachada de la iglesia de Old St. Mary’s de la ciudad más importante del estado de Pensilvania en donde se encuentra inhumado, pero sin indicar el lugar de su naturaleza. Y la mayor parte, por no decir todos, de quienes han biografiado al articulista que no quería revelar su nombre, posiblemente para enaltecerlo, lo magnifican por reputarlo sobrino del arzobispo de Santa Fe y después virrey de Nueva Granada y finalmente obispo de Córdoba, don Antonio Caballero y Góngora.

Una concienzuda investigación sobre estas tres variables a través de los libros sacramentales de las poblaciones que pudieran arrogarse su cuna nos ha situado en el camino exacto, pues Manuel Truxillo Ximénez fue el tercer hijo del prieguense Antonio Truxillo y de Manuela Ximénez, oriunda de Castillo de Locubín, y vio la luz primera el 28 de marzo de 1763 en la villa de Priego, con cuyos datos se disipan las dos primeras incógnitas y se confirma su patria española. La tercera, es decir, el parentesco con Caballero y Góngora, o sea su vínculo de consanguinidad, ha sido más difícil de refutar, ya que la magnitud histórica de Manuel Truxillo se debe en gran parte a esta suposición, pero el complejo y abigarrado árbol genealógico del prebendado cordobés, en el que se comprenden seis hermanos y otros tantos hermanastros, no lo facilitaba.

Contra todo pronóstico, ser Manuel Truxillo hijo de una hermana o hermanastra de Caballero y Góngora, para así llevar este apellido en segundo lugar, no ha sido posible constatarlo en la numerosa progenie. La suerte, que es caprichosa aliada del investigador, ha dado finalmente fruto, ya que en el testamento de uno de los hermanastros de Caballero y Góngora, don Francisco Tomás Caballero, se establece un legado a favor de Antonio Truxillo, padre de Manuel Truxillo, de quien el causante dice que es «mozo» suyo.

No fue, por tanto, Manuel Truxillo sobrino de Caballero y Góngora, sino un allegado, pariente o familiar, como así quedó registrado en la licencia de embarque a América, fechada en 1780 en Cádiz, destino Cartagena de Indias.

Lo que sucedió a Manuel Truxillo en los años venideros como residente en el virreinato de Nueva Granada, está bastante pormenorizado. Los años en los que vivió el Truxillo hijo en «la corte» de Caballero y Góngora estuvieron preñados de su influencia y poder. Trabajó en la Secretaría y en la Real Hacienda del virreinato, aprendió inglés, se convirtió en un experto en finanzas y operaciones comerciales, y fue testigo directo de la inconmensurable actividad de su allegado, pero no sobrino, el arzobispo.

Hoy en Filadelfia y desde hace algunos años, el rotativo de amplia difusión AL DÍA tiene instituidos unos premios titulados «Ambassador Manuel Torres», en memoria de quien fue encargado de negocios, ministro, agente diplomático de la República de la Gran Colombia y conseguidor de su reconocimiento como tal por los Estados Unidos, amigo personal de los presidentes Adams y Monroe, e inspirador de la famosa doctrina «América para los americanos». Hora es ya de que se rinda culto a su memoria por razón de justicia histórica, una vez resueltas las incógnitas del lugar y fecha de su nacimiento y de la relación con su protector inicial el arzobispo-virrey Caballero y Góngora.

** Real Academia de Córdoba