Opinión | AL PASO

Políticos nefastos

Me pregunto si hoy se nos quedaría en la memoria la frase de la novela de Sender «tu padre es un político nefasto». Lo digo porque como hoy es lo normal... Yo no soy de esos que dicen que no le interesa la política y no dudo que en política haya personas muy válidas. Es más, hace ya años estuve cercano a ella y tengo que decir que la ilusión me desbordaba. Pero llegué a la triste conclusión, por la buena gente que conocí, de que a las buenas personas la dedicación a la política les resta en vez de sumarle; durante la campaña electoral me llevé la primera sorpresa desagradable: otro partido iba a realizar un mitin en mi barrio y le dije a mi padre que me iba a sentar a escuchar a ver que decían «los otros». Y mi padre me contesto que ni se me ocurriera y que no jugara con esas cosas. Poco después, en un consejo de administración, otra de otro partido hizo una propuesta que a mí me pareció razonable y, por tanto, no voté en contra y una vez finalizado el consejo, le di la enhorabuena por su creatividad.

Cuando salí para mi coche, me esperaba mi compañero de filas para decirme enojado: ¿Tú de que parte estás? Me quedé callado, pero me dieron ganas de decirle: ¡chiquillo de parte de la razón, porque ¡coño!, ¡siempre no vamos a acertar! Pero el remate fue cuando sufrí de primera mano que la actividad política incluso es capaz de atacar a la amistad: resulta que en la Feria entré en la caseta del partido contrario porque allí estaba uno de mis mejores amigos que militaba ahí. Pues al verme entrar, a mi amigo, que estaba moreno porque entonces tenía un piso en Fuengirola, la cara se le puso roja y luego azul para terminar blanco y me dijo: ¡vámonos de aquí, te lo aconsejo (él se vino conmigo, gracias a Dios seguimos siendo amigos). Le contesté que vale, que para tomarnos una caña hay más casetas que el copón pero que ¿cómo se puede correr peligro entre personas que representan lo máximo de la civilización? Pero no puedo negar que en ese tiempo en los estrados había formas meritorias y aunque solo fuera por eso seguía creyendo en la política. Pero ahora sí que me estoy planteando hasta dejar de votar porque hoy las formas también se están yendo de las manos; cualquier día se lían a puñetazos en las cámaras. El insulto puebla el Parlamento y los ataques a nivel personal buscando hundir lo profesional parecen el guión de una película de miedo. Es necesario un revulsivo educativo. Porque entiendo que en la feria no se junten, que por disciplina de voto voten en contra de la razón y que no sean capaces de sentarse a escuchar el mitin de un partido contrario. Pero el Parlamento representa la dignidad del pueblo y la grandeza de la persona para gobernar a la sociedad. Quien no asuma esto, a la primera debe ser expulsado. Pero no de esa reunión concreta donde dice el improperio, sino de la política entera.

*Abogado

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