Sigue la rutina de las cosas de la política con sus riñas y sus acuerdos en total desacuerdo. Lo vemos a diario y lo sufrimos a diario con esas decisiones que son solo políticas y que nos afectan mínimamente en nuestra vida de prisas, confusiones, enfados y ratos amables en la oscuridad de un cine, mientras dos niñas juegan a ser madre e hija en una parábola de la vida que es delicada y hermosa y que nada tiene que ver con lo que sucede en los hemiciclos de los diferentes gobiernos nacionales, regionales o autonómicos donde la bronca es permanente y donde el silencio, si llega, solo impone una tregua que será saldada con otra riña esta vez de calado mayor y de explicación menor.

A veces no nos quedan opciones y realmente pensamos que nadie escucha a nadie y cada cual lleva su verdad como si fuera intransferible y eterna y solo hay una verdad que es intransferible y eterna y es la muerte que nombramos con tanto temor y de la que nos queremos desligar y olvidar y que sin embargo a veces nos la encontramos de golpe disfrazada en los cuerpos de hombres malvados que solo desean crear dolor, mucho, hasta que el dolor es tan intenso que la vida desaparece y se impone la muerte en vida y por toda la eternidad. Pero ellos son jóvenes y saben esconderse en el disfraz de una sociedad que está enferma y sin referentes, porque hasta los referentes se han vaciado de estímulos y se han convertido en eslóganes publicitarios, sin más esencia que la sucia miseria de cuerpos agrediendo en la noche con su terrible enfermedad.

La mañana es solo una consecuencia de esa noche que ella desviste entre las sábanas de un hospital, al que si las cosas fueran de otra manera nunca tendría que haber llegado. Pero ahí está: ausente, sin vida, sin recuerdos y llena de dolor sin rabia y piensa que cuándo ustedes comenzarán a escucharnos a nosotras que tenemos miedo y no sabemos en qué esquina de la noche nos puede irrumpir la muerte en el peor de los infiernos. Tú no lo sabes y es mejor así, porque ante tanta brutalidad y maldad todavía tenemos que escuchar a papás que les dicen a sus hijos que tengan cuidado con las mujeres y la noche, porque ellas pueden acusarlos de cualquier cosa que no hayan hecho y buscarles la ruina de por vida. A ellos, a sus hijos.

Es fácil, demasiado fácil, querer culpar a los otros del daño que provocamos en otros cuerpos y en otras mentes. Es fácil, demasiado fácil ocultar la verdad con discursos que son el origen de tanto daño. Es difícil, casi imposible sobrevivir a una agresión brutal y asesina llena de maldad y de rencor. Es difícil, casi imposible conseguir que ustedes, que andan todo el tiempo distraídos en sus cosas de política menor, comiencen a escucharnos a nosotras que queremos seguir vivas y sin lesiones, que son cadenas de las que no puedes liberarte.

*Periodista y escritora