Hay ocasiones en que la vida se convierte en una pesada losa, en una cadena de sucesos tristes y oscuros que nos amargan la existencia, y otras, las menos, en que todo parece ir bien, incluso muy bien. Decimos entonces que son rachas, y para la mala, la que azota de golpe como un desquite turbulento de la Madre Naturaleza, la sabiduría popular acuñó ese refrán que dice que «no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista», lo que no deja de ser un intento ingenuo de consuelo o pequeña venganza contra el destino. La racha buena, en cambio, es más difusa; tanto, que a veces ni notamos que pasó por nosotros hasta mucho después. Y cuando de verdad se aprecia, que es cuando se alarga, en realidad no es una racha, sino la cosecha tras largos años de siembra. Eso exactamente es lo que le ocurre a Juana Castro, la gran poeta –o poetisa, término al que ella no le hace ascos a pesar de su feminismo militante- que hace 76 años vino al mundo en Villanueva de Córdoba dotada con el don de la palabra hermosa y el suave aguijón que hiere sin dolor, solo para dejar huella de lo feo y lo injusto. Manuel Gahete, también poeta cordobés de altos vuelos, la dibuja como «una voz significada y madura, cuya trayectoria literaria está marcada por la reivindicación de la identidad femenina y el acicate de la subversión».

Este y otros muchos elogios, como el de que Juana Castro es poseedora «de una brillante personalidad literaria que impregna toda su creación de un modo de escribir que solo se concede a los escasos elegidos», se los lanza Gahete en voz propia y, como presidente que es desde 2014 de la Asociación Colegial de Escritores en su sección autónoma de Andalucía, en representación de los autores y críticos del Sur, que le han otorgado el Premio de las Letras Andaluzas ‘Elio Antonio de Nebrija’. El galardón, concedido desde que se estableció en el año 2009 a figuras tan prestigiosas como Antonio Gala, Manuel Alcántara, Pablo García Baena o Josefina Molina, le será entregado a la autora de ‘Del dolor y las alas’ el próximo sábado en un solemne acto en Orive. Una ceremonia que, al igual que otras iniciativas de ACE-A, como el Premio Mecenas Manuel Altolaguirre –del que fue merecedor el suplemento cultural ‘Cuadernos del Sur’ de Diario CÓRDOBA- o la biblioteca virtual puesta en marcha en plena pandemia, quiere visualizar y difundir la obra de los creadores andaluces y de Ceuta y Melilla.

Pero no es este el único reconocimiento recibido por esta mujer grande, a pesar de su constitución menuda, su aire de engañosa timidez y esa forma especial de pisar fuerte con andares livianos. La pasada semana la homenajeaba el Ateneo de Córdoba creando un Aula de Poesía con su nombre, constituido desde hace tiempo, como destacó su presidente, el muy polifacético Antonio Varo Baena, en referencia lírica a nivel nacional e internacional. Y no para ahí la cosa: su pueblo la ha hecho titular de un premio poético y le ha dedicado una calle –tiene otras en Lucena y Málaga-; la escritora Matilde Cabello ha puesto la palabra a una ruta de once «paseos emocionales» que recorren su memoria, y no cesan de reclamar su presencia desde centros docentes de toda España. Y Juana, agobiada por tanta atención –parecida a la que disfrutara/sufriera García Baena, de quien en cierta forma es digna sucesora-, lo agradece todo y todo lo relativiza. Sin dormirse en los laureles, sigue a lo suyo, que es sacar tiempo de donde no lo tiene, buscar la inspiración y la esencia no repetida cuando sus desvelos de madre y abuela se lo permiten y lograr acomodo futuro para sus libros y papeles. Antes de que todo pase, lo bueno y lo malo.