No queremos ser conscientes de lo mucho que le debemos a nuestras víctimas de nuestro terrorismo. Ahora llega la época funesta, lasciva, denigrante, de colocarse las medallas y quién se pone el primero en los méritos. Nadie se merece ese puesto; sólo las víctimas. Qué sería de nosotros si ellas no hubiesen aguantado, cuando los tiempos eran oscuros, tanto dolor, tanta rabia y, sobre todo, tanta, ¡tanta soledad! Y tampoco somos conscientes de que para ellas ese dolor, esa soledad no han acabado y no acabarán nunca, y ahí siguen cada día y cada noche, con cada recuerdo y su antes y después de aquel momento oscuro, en cada foto, cada silencio, en cada aniversario, en su cementerio y en su tumba, que siguen siendo profanadas, porque la violencia de los cobardes no termina cuando derrotan a su contrincante, sino que sigue y sigue y sigue, pues ya es muy fácil seguir derrotando al vencido en su memoria y en su familia, cuando ya está muerto. ¡Lástima que no queramos saber historia! ¡Lástima que no aprendiésemos la lección que teníamos delante!, la lección de a qué lleva un nacionalismo, de a qué dieron lugar los nacionalismos del siglo XX, y ahí seguimos y seguimos, porque somos unos verdaderos zoquetes egoístas como sociedad. ¿Qué sería ahora de nosotros si nuestras víctimas, con toda la justificación de la injusticia que sufrían, hubiesen decidido vengarse? ¿En qué espiral de violencia estaríamos metidos y seguiríamos metidos? Porque el estúpido que no quiere aprender historia se cree, en su cretinismo irredento, que, una vez despertado el monstruo de la violencia, lo puede controlar, y que ese monstruo se va a poner a su favor. Y ahí sigue con su violencia; ahora en forma de palabras bonitas: la perversión de la palabra, el uso más satánico de la violencia. Y ahí siguen los otros a ver quién se pone la medalla más brillante. Pero, sobre todos, ahí siguen las víctimas en silencio, mirando sus fotografías, mirando sus recuerdos, mirando sus vidas truncadas para siempre. Y ¿en nombre de qué? Porque lo que no querían ver los que asesinaban por su patria, ni lo quieren ver, es que escribieron esas páginas con sangre inocente y que cada vez que abran el libro, esa sangre goteará, los interpelará, los acusará, y no podrán eludirla nunca, ¡nunca!

** Escritor